Mantener el pulso

PARECE MENTIRA lo que nos queda por hacer. Mal síntoma es tener que imponer por ley lo que la ley impone, garantizar (¿se llegará?) la paridad para tratar de que la no discriminación por razón de sexo sean una realidad. Las desigualdades en empleo, salario y oportunidades siguen siendo inexplicablemente alarmantes; el techo (sea de cristal, de cemento o de hipocresía) en los puestos de responsabilidad una desfachatez cuando la formación canta y las capacidades no se discuten; los problemas en las empresas y los baches en la carrera por derechos de maternidad una falta de sensibilidad incalificable. Queda mucho, pero son muchos los ánimos que caminan en la misma dirección. Y las leyes que hoy se debaten, un momento histórico para comprobar si la imposición puede ser el impulso definitivo hacia un cambio de mentalidad, si no total (imposible), sí mayoritario. Sólo plantearlas es ya una valentía. Pero lo que parece realmente asombroso es el avance que hemos tenido en apenas tres décadas. Se partía de muy abajo, es cierto, pero muchas mujeres han vivido no hace tanto tiempo situaciones humillantes como no poder viajar sin el permiso de un varón; no poder abrir una cartilla de ahorro sin la firma del marido o padre; perder con el matrimonio el derecho sobre las propiedades personales; ser castigadas penalmente por adulterio, mientras la violencia de género se asumía como natural; soportar que se escrutase en su «honor» para tener un trabajo,... La lucha de aquellas mujeres que consiguieron superar esas situaciones sólo puede servir de acicate para mantener el pulso hasta el final.