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JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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NO, NO, quiá; no voy a pasar por alto uno de los hechos, a mi juicio, más graves de los últimos tiempos. Si mi posicionamiento llega con algo de retraso fue por abordar dos temas del máximo interés provincial: el nuevo Plan del Carbón, con vigencia hasta el 2012, y el plan de choque contra la sequía. Ya saben que la diapositiva de León es, de momento, en blanco y negro. O sea, azúcar y carbón. Desde este balcón siempre he dado preferencia a lo más próximo. Hoy, a falta de algo más relevante que la conferencia de Manuel Fraga para cerrar el ciclo apadrinado por el Círculo de Empresarios Leoneses, voy a meterle el diente. La semana la abrió Mariano Rajoy decolgándose con unas declaraciones en las que pedía la anulación del sumario sobre el 11-M. Prácticamente acusaba al juez de la Audiencia Nacional, a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, a la fiscalía del caso y a los servicios de inteligencia españoles, de falsificar las pruebas. Se apoyaba en una nueva intoxicación periodística de las muchas fabricadas por los medios informativos amarillistas. Sobre Mariano Rajoy llovió un chaparrón de críticas. La más contundente fue la del ministro del Interior, el leonés José Antonio Alonso. Le acusó de cuestionar el Estado de Derecho y la propia idea de España. Pidió respeto para los «profesionales» en la búsqueda de la verdad. Una verdad que corresponde encontrar a personas imparciales, que son policías, jueces y fiscales. Y rotundizó: «La verdad material del 11-M está limpia, honesta y transparente encima de la mesa». Cuando el asunto quedó aclarado y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) salió en defensa del juez instructor, Juan del Olmo, Mariano Rajoy rectificó sus declaraciones. Se autoaplicó la técnica babiana: si con meterla he ofendido, con sacarla he cumplido. Pero en cambio, Eduardo Zaplana, Esperanza Aguirre y Jaime Ignacio del Burgo han seguido sosteniendo la estúpida y paranoica hipótesis de que en los atentados del 11-M participaron la policía española, la guardia civil y nuestros servicios de inteligencia. Y que para encubrirlos, ni jueces ni fiscales quieren investigar lo que pasó. Insufrible. Tal parece que las verdaderas víctimas no fueron las 192 que perdieron la vida cuando acudían a su trabajo en la amanecida, sino el Gobierno del PP. Siguen sin digerir la derrota electoral dos años después. Estos días se exhibe en la cartelera cinematográfica leonesa una película dirigida por George Clooney, titulada Buenas noches y buena suerte . En la misma un periodista de verdad, sin hueco en el apartado «amarillista», se atreve a enfrentarse con el todopoderoso senador Mc Carthy, fanático de extrema derecha, intoxicador y mentiroso. En uno de los documentales que se insertan se puede ver cómo un militar norteamericano mira fijamente a los ojos del senador Mc Carthy y le pregunta: ¿Le queda a usted algo de decencia?. Esa misma pregunta se le debe repetir en estos días a Eduardo Zaplana, a Esperanza Aguirre y a Jaime Ignacio del Burgo. ¿Les queda algo de decencia a estos abanderados de la intoxicación y la mentira? ¿Es que no respetan ni a España ni a la sociedad civil democrática y el trabajo profesional de policías, guardia civil, fiscales y jueces?.