Según a qué hora

DE LO que más se habla estos días es del famoso «macrobotellón», que se puede convertir en un aquelarre colectivo, y de la «mochila de Vallecas», que se ha convertido ya en una joroba. Hay cosas que no puede echarse nadie a la espalda así como así, por muy anchas que sean, como es el caso del magistrado de la Audiencia Nacional Juan del Olmo. Son muy importantes las cuestiones horarias, aunque la puntualidad sea una virtud con pocos testigos en España, ya que la persona con la que estábamos citados no suele aparecer. Todo podría aclararse algo si los relojes hablasen, o si en vez de ser de cuco fueran de cuervo. Además de la curiosidad y el afán de saber, se precisan otras condiciones para ser un buen detective. ¿Qué les induce a los jóvenes para competir en grandiosos cermeños colectivos?, ¿por qué aparece en el interior de una caja una bolsa con dinamita? Nunca lo sabremos, pero eso no debe impedir que se siga indagando. Siempre se ha necesitado más tiempo del que habitualmente disponemos para averiguar cualquier cosa. Ahora, por ejemplo, personas de las que se dicen autorizadas en el análisis de las compañías, dicen que España necesita por lo menos cinco años para adoptar los horarios laborales al resto de Europa. Nuestra jornada de trabajo es más larga y se produce menos. En los países de nuestro entorno los trabajadores comen en quince minutos, lo que más que comer es ingerir. Ahora nos querrán convencer de que la verdadera unidad europea consiste en sustituir la cuchara por el sandwich. La verdad -la verdad y otras dudas, que decía el indudable poeta Rafael Montesinos- se conocerá mucho más tarde. O se dará por verdadera, que no es precisamente lo mismo. Según a qué hora. Todavía las aguas bajan turbias porque llevan sangre reciente, pero algún día aclararán. A su indebido tiempo.