Jugar al escondite

TOMABA café con leche ­-corto de café, por favor- y estaba como ida, distante, en una nube rosácea de luz. La tarde era de primavera generosa. El hombre del tiempo pronostica que será la última de la semana. Por la acera de enfrente pasan dos mujeres luciendo sin complejos los michelines acumulados durante el invierno. La dama del café con leche -corto de café, por favor- lleva más de media hora con el periódico abierto por la misma página. Es la página de la negritud, en la que se informa de la oleada de subsaharianos con labios agrietados, síntomas de hipotermia, zapatillas de marca y un deseo atávico: llegar a Canarias, la tierra prometida, desde la Mauritania reseca. Es como una oleada de abejas buscando el panal de la redención. Son detenidos y repatriados, y otros muchos, rescatados como fardos de muerte sobre el oleaje del mar. Con ellos no se cumplirá la oración del cura postmoderno: «Señor, danos pan para saciar el hambre y danos hambre para comer el pan». La mujer del café con leche cierra el periódico, paga uno diez euros, y se va. No dijo si adiós. Y como por arte mimético, comencé a pensar en otros temas. Por ejemplo, en las declaraciones del consejero de Economía y vicepresidente segundo de la Junta de Castilla y León, Tomás Villanueva, en el último pleno de las Cortes de Fuensaldaña. Reafirmó su firmeza en que la Junta no piensa poner el 25% de la inversión correspondiente al plan de reindustrialización de las comarcas mineras. Como se sabe, el Ministerio de Industria y los sindicatos pactaron que las comunidades autónomas aportaran el 25% a los fondos destinados a la reindustrialización para evitar que con este Plan ocurriera lo que pasó con el anterior. A saber: Que las comunidades autónomas utilizaran esos fondos para sustituir a las inversiones ordinarias que debían hacer en las zonas en reconversión. Es decir: no fueron adicionales. Esto fue especialmente notorio en las comarcas mineras de León y Palencia. Yo no tengo duda alguna, pese a la hostilidad de las útlimas declaraciones, que la Junta tendrá que poner sobre el tapete el 25% de esos fondos. Por dos razones: Se lo debe a las comarcas mineras y no puede poner en peligro el 75% restante. Por lo tanto, Tomás Villanueva y la vicepresidenta primera, Mª Jesús Ruiz, tendrán que dejar de jugar al escondite con el Plan del Carbón y afrontar las inversiones necesarias para que no se deserticen nuestras comarcas mineras. En cambio, en lo que tiene razón totalmente el consejero Tomás Villanueva es en pedir al Gobierno y al PSOE que el futuro Inteco, sea lo que sea, que ahí no llego, se instale en el Parque Tecnológico, a punto de terminarse. Es una incoherencia de libro que por descoordinación entre administraciones o por enfrentamientos mezquinos y personalistas, no se unan los esfuerzos en proyectos a largo plazo y no sean capaces de ver más allá de las narices de la próxi ma campaña electoral. Lo cierto es que el Inteco es un proyecto serio. Igual que el Parque Tecnológico. Deberían ir unidos sea cual sea el color político de los gobiernos autónomo y central. Lo contrario son ganas de dar espectáculo y exhibir sectarismos contraproducente