Un balneario

DIGAN lo que digan los agoreros, este es un país prodigioso. Sin un solo problema. Esto es un balneario y nosotros, unos afortunados. España no tiene ni una sola preocupación porque si la tuviese, el Parlamento sería otra cosa. Sería el reflejo de las inquietudes de la calle. Si este fuese un país con la inflación disparada, con los precios de las viviendas disparatados y con un mercado laboral precario. Si este fuese un país que no sabe cómo hacerle frente a las oleadas de inmigrantes, ni cómo frenar el «botellón», ni supiera como afrontar la inseguridad ciudadana. Si este fuese un país que tuviese pendientes la calidad de la educación, la investigación y la asistencia sanitaria. O si este fuese un país incapaz de frenar los accidentes de tráfico y el consumo de drogas que se están llevando por delante a toda una generación de jóvenes. En definitiva, si este fuese un país en el que sus ciudadanos tuviesen algún problema, aunque fuese de pobreza, el Parlamento reflejaría alguna de estas preocupaciones. Pero, afortunadamente no es así. Si no viviésemos en este vergel, si tuviésemos algún problema, el Parlamento no sería un circo. La oposición que es responsable y leal se ocuparía de llevar allí nuestras necesidades y planteárselas al Gobierno para su solución. Proponiendo incluso alternativas. Pero como todo va como las rosas, los señores diputados populares, por boca del señor Zaplana, se dedican a hablar de tradiciones populares. Del atuendo de la señora vicepresidenta en Maputo. Dicen que el señor Zaplana es un burlón, un maleducado y un ignorante. Ya quisiera. Es mucho más sencillo. El señor Zaplana es así de natural. No da para más.