Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

El botellín

Ponferrada

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NOS DIERON plantón. Allí estábamos todos. Los medios de comunicación, una patrulla de la Policía Local, con el Mayor a la cabeza, un par de fotógrafos para inmortalizar el acontecimiento. Todos. Menos los protagonistas de la noticia. Ningún adolescente rebelde apareció el sábado por la noche por la plaza de La Encina para participar en el temido, o deseado, macrobotellón de Ponferrada. Bueno sí. Me cuentan que unas chicas, no sé si por despiste o por provocar, se acercaron a la patrulla de la Policía Local que se dejó caer por la plaza para preguntar a los agentes por el lugar de la concentración etílica, en vista de allí no había otra gente que los clientes habituales de los bares del casco viejo. Y esos son bastante más mayores, por lo general, y en lugar del calimocho y las litronas, de la petaca de licor y la coca cola, beben vino en vaso, o cañas de cerveza, pero siempre bajo techo. Así que de botellón nada. Ni macro, ni micro. En todo caso botellín, y al pie de una barra, pagando la consumición al camarero en lugar de la cuenta a la cajera del supermercado. Nos está bien empleado. Al plantón, me refiero. Nos viene al pelo por haber hecho caso de un mensaje anónimo en un móvil. Esas no son formas de quedar con nadie que no se conoce. Ni de darse por convocados. Por primera vez, que yo recuerde, el célebre «pásalo» ha fallado, y me pregunto si no será que le hemos dado más importancia de la que debía a un bromista. Si no hemos hinchado un globo dando relevancia, categoría de noticia, a algo que nunca la tuvo. Dejándonos arrastrar por la espiral de macrobotellones convocados en toda España para emular una concentración multitudinaria que tuvo lugar en Sevilla hace unas semanas. Estoy convencido de que esa moda, o al menos el desafío en cadena de los últimos días, lo hemos alentado desde los medios de comunicación, algunos empeñados en presentar a los más jóvenes como descerebrados que sólo se preocupan por beber. Gente que sólo se manifiesta para defender la libertad de emborracharse en la calle, como si la bebida, el alcohol, el vino, el cubata, no formaran parte de nuestros hábitos sociales, sea cual sea la edad de los bebedores. Al menos en Ponferrada no ha sido así. Me dirán que se ha hablado tanto de los macrobotellones, que los padres responsables no dejaron salir a sus hijos el sábado, y que la presencia de la patrulla de la Policía Local fue un elemento disuasorio. Yo creo que los chavales que cada fin de semana mezclan el ron y la coca cola en una botella de plástico lo siguieron haciendo en sus puntos de reunión habituales, que son más bien lugares apartados, descampados donde aparcar el coche y poner la música a tope. Habrá quien piense lo contrario, pero yo soy de los que creen que la mejor forma de que el fenómeno no se dispare es no hacerle tanto caso. Frenar el contagio. Porque la del macrobotellón, como todas las modas estúpidas, dejará de ocupar espacio en los medios de comunicación en cuanto aparezca algo que llame más la atención. Y los jóvenes, y no tan jóvenes, no habrán dejado de beber por ello.

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