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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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QUIENES crean que la oferta etarra de un alto el fuego permanente no va a tener contraprestaciones, es porque se chupan el dedo. No exactamente el mismo que sirvió para señalar a las víctimas. ¿Cómo no alegrarse? Pero no puede extrañarnos, aunque nuestro júbilo sea incontenible, que puedan contener el suyo los hijos, los padres, los hermanos de los asesinados. Si se consigue que el terrorismo cese, aunque el camino sea largo todavía y difícil, se habrá logrado el objetivo deseado durante treinta y tantos años. El presidente del Gobierno advierte que quedan jornadas duras y que habrá que transitarlas con prudencia. Claro que para prudencia nada comparable a la que desarrollan los muertos. Se especula ahora sobre las neblinosas condiciones del abandono de las armas. No sabemos nada acerca del trato aunque estemos, como el poeta, llenos de «sospechas de verdades». Vivimos, por fortuna, en democracia, pero el secreto de algunas cosas trascendentales sólo lo conocen determinados demócratas. Alguna gente piensa que habrá liberación de presos, ahora que Interior acababa de alertarnos del repunte de presos en los dos primeros meses del año. La verdad es que la población reclusa española se había disparado. En un trimestre aumentó en 700 personas. La directora general de Instituciones Penitenciarias ha dicho que la sobreocupación de las cárceles es un problema gravísimo. Quizá haya ahora un relevo en las celdas. Es pronto para saberlo. Es este un momento de esperanza y hay que ser prudentes, muy prudentes. Casi tanto como los que murieron y no pueden alegrarse.

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