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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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ETA comprendió que el Estado no iba ni podía ceder a las aspiraciones/exigencias máximas de los nacionalismos radicales cuando el plan Ibarretxe fue mayoritaria y cortésmente rechazado por el Parlamento español. Si Zapatero no se hubiera empeñado en abrir las puertas del Congreso a las pretensiones estatutarias del lehendakari, desoyendo los argumentos en contrario del PP, tanto el PNV como el entorno etarra hubieran llevado su victimización a extremos delirantes. Porque el PNV vivía entonces en plena radicalización. Pero el hecho de que el texto en tantos aspectos inconstitucional del plan Ibarretxe fuera debatido, votado y rechazado en el Congreso, sin que se sintiera herida ni mancillada la Constitución, persuadió a los soberanistas vascos de que habían emprendido un camino que no llevaba a ningún sitio. En las elecciones autonómicas siguientes, el plan del lehendakari y el mismo lendakari fueron claramente reprendidos por la sociedad vasca. Y el PNV, cambiando a Xabier Arzalluz, el padre rector, por Iosu Ion Imaz, un joven para el cambio, regresó del monte de Lizarra a sus posiciones habituales. Imaz predica la evidencia de que el marco legal de Euskadi o se negocia entre todas las fuerzas políticas o carecerá de recorrido. Si la vía estatutaria hacia la independencia parecía cegada, por la Constitución y una notable mayoría del Parlamento español, la sociedad vasca llevaba tiempo demostrando que a la vía terrorista la consideraba intransitable. Y mientras el PNV volvía a su actitud de diálogo y consenso, alentado por el consenso y el diálogo que le ofrecía Zapatero, ETA aceleraba la asimilación del silogismo que la conduciría a la renuncia de la violencia. El terrorismo no había abierto el menor resquicio ni producido la menor fisura en el Estado de Derecho, y las derivaciones del pacto de Lizarra desaparecían en terrenos baldíos. Aunque no hubiera existido la menor intermediación entre ETA y Zapatero durante los últimos meses, el presidente del Gobierno hubiera podido anunciar lo mismo que ha venido anunciando: el principio del fin de la violencia etarra. Y es que la lógica, en este caso, lleva al mismo punto que la información, y Zapatero ha manejado una y otra, información y lógica, hasta haber visto cómo se hacían realidad sus deducciones. Ahora se trataría de no cometer supuestos errores anteriores, durante otras treguas de ETA, y de valorar ejemplos ajenos, como el tratamiento que los últimos gobiernos británicos, y el de Blair especialmente, han dado al IRA, para conseguir el cese de su violencia e ir haciéndole cumplir sus compromisos.

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