Diario de León

DESDE LA CORTE

El papel del Partido Popular

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FERNANDO ONEGA
León

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DENTRO DE TRES DÍAS, el próximo martes, se producirá algo que parecía impensable a principios de esta semana: Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se entrevistarán en el Palacio de La Moncloa. El tema que los reúne ya sabéis cuál es: la necesidad de caminar juntos por la senda abierta por el alto el fuego de la banda terrorista ETA. Se ha publicado que el Rey don Juan Carlos llamó por teléfono al líder del Partido Popular a pedirle su apoyo institucional. Finalmente no era cierto, pero la posibilidad era un indicio de la importancia del momento que vivimos. Significa que la Corona, que jamás interfiere en asuntos políticos ni en las relaciones entre partidos, hace uso de su papel constitucional de árbitro para que las diferencias ideológicas no perjudiquen el proceso. En todo caso, hay un principio de general aceptación: ni el señor Zapatero puede permitirse negociar con ETA sin el concurso del Partido Popular, ni este partido se puede permitir quedar fuera. El presidente tiene que contar con el PP, aunque moleste a los nacionalistas, por interés de Estado y para que los posibles acuerdos no estén sometidos al vaivén de las urnas. El PP tiene que estar, porque se lo exige la sociedad y hasta por egoísmo de partido: no puede ser un mero testigo de un momento trascendental. Por si estas razones fuesen escasas, no es imaginable un clima político como el que acompañó el debate del Estatuto de Cataluña. Ni las situaciones ni los protagonistas son comparables; pero la artillería dialéctica desplegada, con sus acusaciones de disgregación y ruptura de España, de rendición ante las exigencias de los socios nacionalistas del gobierno y de falta de proyecto político no serían soportables en un proceso de negociación con banda armada. ¿Existe el peligro de repetir la experiencia? Las hemerotecas de las últimas semanas están repletas de acusaciones del Partido Popular al Gobierno de debilidad, entreguismo y de «mendigar» una tregua. En ese clima no se puede hacer nada perdurable. Calmar ese ambiente es, por tanto, la primera obligación de Zapatero y Rajoy. ¿Significa eso que el PP tiene que renunciar a sus convicciones ideológicas o su tarea de oposición? En absoluto. Puede ser un apoyo crítico, exigente, vigilante de las condiciones que se pongan sobre la mesa. Lo que no debe ser es un ejercicio de desgaste del poder por el puro desgaste, como si se trata de la discusión en busca de votos. En ese sentido, Zapatero debería reactivar el Pacto Antiterrorista, y Rajoy permitir que ese pacto se abra a otras fuerzas políticas. Si eso resultara imposible, la opción es la colaboración sincera entre ambos partidos. No pasa nada por cambiar de escenario. El pacto no es una institución de rango constitucional.

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