Mover ficha

DESDE QUE ETA declaró el «alto el fuego permanente», editorialistas, tertulianos y columnistas, tras desnudar hasta los alientos del comunicado de la banda, han invocado el socorrido «mover ficha». Tal parece que se ha iniciado una partida de dominó y todos quieren levantar un cadalso para ahorcar al seis doble. Es como si el proceso para lograr el final de la violencia -«largo, duro y difícil»- quisiera acortarse en el tiempo. Salvo algunos cerrajeros políticos, profetas del caos y de la desesperanza, el clima de ilusión es palpable. Lo dicen todas las encuestas. Y en ese clima se moverá hoy la primera ficha. Mariano Rajoy, que precisamente ayer celebró su 51 cumpleaños, acude a La Moncloa para entrevistarse con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Empieza la partida de dominó. Yo tengo la esperanza de que, por ambas partes, la ficha de salida sea la «blanca doble». Esto es: abordar el tema sin recelo ni desconfianza. Sin esas premisas de acuerdo entre el Gobierno y el primer partido de la oposición, no será posible un horizonte de éxito. Publicaba ayer este periódico que es la hora de la generosidad. Sin duda alguna. Y de la responsabilidad. Hoy en La Moncloa no se discute sobre la estrategia partidaria. Los desencuentros de partido tendrán que enterrarse en aras de la primera cuestión auténticamente de Estado: la de conseguir, si es posible, la desaparición de la banda etarra, tras cuarenta años de depredación y horror. Sin confianza mutua y plena colaboración entrte los dos partidos mayoritarios, cualquier intento será pura fantasía hacia un fracaso absoluto. Y todos los españoles tomaríamos nota, como Juncal. Y aunque los ojos de España miren hoy a Moncloa, otras miradas de más bajura siguen fijándose en la crisis del PP beerciano. Una crisis anunciada hace meses desde este balcón y sistemáticamente negada por las direcciones regional y provincial. La nacional también se llamó a andanas. Al final se consumó la ruptura. Unos 250 militantes azules han dicho ¡basta!. Entre los disidentes, de momento, no figuran cargos públicos ni corregidores. Ni la cabeza visible de la rebelión: la procuradora regional y vicepresidenta de la Diputación Fátima Lóipez Placer. Sólo el ex secretario provincial y ex-diputado nacional Ángel Escuredo, foto fija de la disensión, arropado por el portavoz popular en Villablino, José Luis Suárez Pastor. El segundo golpe de mano está por llegar. El conflicto orgánico del PP en El Bierzo, si así puede definirse, se inció en tiempos de José María López de Benito como presidente provincial. Y la nueva dirección nunca lo cerró. Al revés: lo atizó con más fuego. Cerraron los ojos ante la evidencia desde Juan Vicente Herrera, a Alfonso Fernández Mañueco; desde Isabel Carrasco a Eduardo Fernández y Fidel Cerezales, con la complicidad del corregidor de Ponferrada, Carlos López Riesco. Ahora que les ha estallado el petardo en las manos, todos callan. ¿Es que no tienen nada que decir? Por lo visto, no. Siguen la técnica de dejar que la situación se pudra. Quizá desde el Palacio de os Guzmanes deben poner altavoces a la crisis. No pueden quedarse de brazos cruzados cuando lo máximo que está en juego es la presidencia de la institución. También en el PP leonés es necesario mover ficha.