Diario de León
Publicado por
ANXO GUERREIRO
León

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¿POR QUÉ DETERMINADOS dirigentes de la derecha española se empeñan en atribuirle a ETA una capacidad operativa y un margen de maniobra política que afortunadamente ya no tiene? Es difícil explicar que personas que tienen la obligación de estar bien informadas pretendan transformar poco menos que en una victoria de ETA lo que es pura y simplemente la capitulación en toda regla de la banda terrorista. Como recuerda Fernando Savater, persona poco sospechosa de connivencia con los terroristas, este alto el fuego «no es una concesión graciosa de ETA¿, sino una conquista de la democracia, que tras una larga lucha policial, legal y cívica ha logrado arrinconar y desactivar el terrorismo». Y así ha sido. La movilización de una parte creciente de la sociedad vasca contra el terror, la infatigable y eficaz persecución policial y judicial de la banda, la ilegalización de su brazo político o la inestimable colaboración de Francia son los factores que han contribuido decisivamente a asfixiar a la organización terrorista. Dicho lo cual, es obligado reconocer que no estamos todavía ante el final de la pesadilla. Éste sólo llegará cuando ETA no pueda ejercer ningún tipo de tutela sobre el proceso político, es decir, cuando la banda terrorista entregue definitivamente las armas y proceda a su disolución. El camino que conduce a ese deseado final será largo y difícil y, desde luego, no estará exento de problemas y aun de sobresaltos. Pero una cosa es dvertir sobre la complejidad del proceso político abierto, y otra muy distinta intentar devaluar, como hacen algunos dirigentes del PP, lo que es un éxito ncuestionable de la sociedad española y del Estado de Derecho dirigido por los sucesivos gobiernos de la democracia española. Ahora bien, para que la nave democrática pueda sortear con éxito los peligros que le acechan en el proceloso mar por el que se verá obligada a navegar y llegue a buen puerto, es imprescindible la sincera y leal colaboración de toda la tripulación. Es decir, se necesita la más amplia unidad de todas las fuerzas democráticas, y de forma especial la colaboración entre el Gobierno y el PP. La batalla se ganará si el protagonismo recae en el Estado y no sólo el Gobierno, aunque a éste le corresponda lógicamente la dirección política de las operaciones. El problema es de tal magnitud y complejidad que nadie está en condiciones de resolverlo en solitario. Ni el Ejecutivo puede pretender el protagonismo en exclusiva ni el PP puede negar por miserables cálculos electorales el decidido apoyo al Gobierno. Seguiremos el desarrollo de los acontecimientos con la atención que merecen. Con preocupación, pero también con enorme esperanza.

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