Quédate en la escalera

SOBRE EL ALMA gallega y su dócil carácter -de «lluvia y calma», decía el poeta Miguel Hernández- se ha escrito todo. También del famoso gallego en la escalera, que nunca se sabe si sube o baja, teoría ésta última confirmada por Rajoy cada vez que interpela a Zapatero sobre tal o cual cosa, creyendo que el leonés razona como los del Manzanal para allá. La coletilla final, después de poner las cartas boca arriba, es siempre la misma: «este tío miente». Pero luego, cuando parece todo claro, añade un «¿O no?». Así no hay quien distinga. Uno tampoco cree en las brujas, pero, haberlas, haylas. Que Zapatero no llevara años negociando con ETA y su santa compaña, cosa que él niega sistemáticamente, no se lo creen las ánimas de tantas víctimas leonesas del terrorismo que cayeron por aquí y por allí, como al tresbolillo. Sin necesidad de luz y taquígrafos bastaría un candil para alumbrar las hemerotecas, tando da de carburo de carbón reconvertido, de aceite Elosúa malvendida a los italianos cuando el rapaz empezaba a despuntar en plan diputado más joven de España, como ahora de Gas Natural. Apaga y vámonos. Mariano y Zapatero se reunen hoy en La Moncloa para negociar si el primero apoya al segundo en lo del diálogo con ETA. ¿O no?. Si dice que no, mal asunto, porque le van a acusar de no querer la paz. Rajoy no gasta pistola, pero tampoco se atreve a decir «a mí, que me registren». Y, si una vez cacheado dice que sí y «amén», entonces es todavía peor, porque, cuando fracase el chanchullo, el otro siempre podrá alegar que no era sólo culpa suya y que también Mariano le guardaba las espaldas. La situación recuerda a otro chiste, no tan viejo, de cuando en tiempos de Franco iban 500.000 gallegos por la Gran Vía de Madrid protestanto contra el cacique. Como luego volvían todos amorriñados les preguntó uno «¿Qué os pasó?». «Es que vinieron dos y nos rodearon», dijo cariacontecido el de la pancarta. Quizá fueran Otegui y Carod Rovira. Un consejo, Mariano: con diez millones de votos quédate en la escalera. España es un tobogán.