Diario de León

EN EL FILO

La guerra entre dos mundos

Publicado por
XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS
León

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EL ESTATUT de Cataluña ya no es un proyecto en ebullición, ni el punto de fricción de visiones encontradas. Es un hecho político objetivo, que a penas va a cambiar en el Senado. Por eso extraña tanto que, a la hora de analizar sus contenidos y su inserción en el corpus constitucional de España, Rajoy y Fernández de la Vega diesen la impresión de estar hablando de mundos diferentes, sin nada que reconocerse, y sin un solo punto de encuentro. La discrepancia es una condición esencial de la democracia, y nada hay de malo en que, por oportunismo electoral o por razones de fondo, salten chispas entre los partidos. Pero eso no justifica que, por obcecación o empecinamiento, se llegue a situaciones en las que no se reconocen los hechos ni se fecundan los desencuentros. La conclusión que yo saqué del debate sobre el Estatut es que el PP y el PSOE se equivocan a medias, y que, en el intento de hacer evidentes los errores del adversario, están incapacitados para reconocer y poner remedio a sus desvíos. Mariano Rajoy sigue teniendo razón en el análisis jurídico, y sólo desde una visión voluntarista del proceso de reformas se le puede negar que estamos ante un texto ambiguo, farragoso, contradictorio, puntilloso, improvisado y anticonstitucional. Pero todas sus razones se pierden y desdicen en la rigidez y esterilidad de sus posturas políticas, en su absoluta incapacidad para comprender la compleja realidad de España, y en su negativa a aportar reformas que reconozcan y resuelvan el problema político existente en el País Vasco y Cataluña. La señora Fernández de la Vega, por el contrario, vuela casi a ras de tierra. Lee la Constitución al gusto de cada parroquia, maniobra con un realismo apabullante, y es capaz de irse de dos y de tres, como Ronaldinho, caneando al adversario. Pero da la impresión de que no tiene estrategia a largo plazo, y de que hace política de puro peloteo, tapando un problema con otro y pintando el futuro colgada de la brocha. Tengo que reconocer que, mientras las cosas sigan así, me reconcilio mejor con el realismo optimista de Zapatero y Fernández de la Vega que con el pesimismo crispado de Rajoy y Zaplana. Pero soy consciente de que este modelo no es indefinidamente sostenible, y que en modo alguno puede considerarse inteligente el hecho de huir del aznarismo a base de acumular tensiones en el camino del futuro. Siempre dije, y sostengo, que los tópicos y las unanimidades no llevan a ninguna parte. Pero más estéril se me antoja un debate que no tiene puntos de encuentro ni genera conclusiones. Y por eso estaría mucho más tranquilo si, en vez de demostrarme lo hábiles que son, me mostrasen también que son inteligentes.

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