Marbella made in Hollywood

PROSIGUE la «Operación Malaya» en Marbella. La ciudad del lujo, de la ostentación, de la vanalidad, de la luz mediterránea era como un agujero negro y un nido de urracas ladronas. Una operación que ocupa a todas las fuerzas disponibles de la policía nacional y son pocas para hacer el inventario de la inconmensurable riqueza acumulada por los corruptos que han gestionado el Ayuntamiento desde hace tres lustros. Desde que la panza esférica del fallecido Jesús Gil y Gil empezó a tostarse al sol de sus playas y su alumno más aventajado, el dirigente siempre en la sombra, Juan Antonio Roca, continuó controlando la trama mafiosa. La policía, acostumbrada a ver de todo, está desbordada en esta ocasión. Nunca antes había tenido que confiscar palacios, cientos de caballos y yeguas «pura sangre», ganaderías de toros bravos, obras de arte, barcos, helicópteros y coches de lujo. Ni en las más fantasiosas películas de Hollywood suceden estas cosas. Pero es que Hollywood está en una colina, no a la vera del azul mediterrámneo. Allí los artistas dejan su huella sobre el cemento. En Marbella a lo que aspiraban sus ladrones de cuello blanco es a no dejar ni rastro. Sin embargo, resulta reconfortante para la ciudadanía y una demostración de salud de la democracia española que esta operación se haya llevado a cabo. Y que ya se vean venir otras, como el escandaloso caso de Orihuela (Alicante), donde hasta los huertos de naranjos y limonales del ex-obispo de Léón, Luis Almarcha, acabarán recalificándose como urbanizables. Habrá más, sin duda, en Valencia y Murcia. La operación de Marbella no es casualidad que se haya producido bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, teniendo como ministro del Interior al también leonés José Antonio Alonso. Este hijo del peluquero del Crucero, juez precoz, serio, riguroso y eficaz, lleva dos años dando muestras de que el Ministerio del Interior es mucho más que el ministerio contra ETA. La policía malagueña, bajo la instrucción del juez Miguel Ángel Torres, ha realizado un gran trabajo en Marbella. Por eso mismo es el momento de recordar a otra juez, también de León, Blanca Esther Díez. Creo recordar que fue allá por 1993, ejerciendo en Marbella, cuando quiso combatir la trama corrupta ya más que incipiente. No pudo conseguirlo entonces. La trama de corrupción contaba con cómplices mediáticos y judiciales muy importantes. La juez Blanca Esther Díez fue expedientada e inhabilitada, y aunque a los dos años fue rehabilitada, para entonces ya había dejado su puesto en Marbella. Y también habían echado tierra encima sobre los asuntos que investigaba. Se me antoja que ahora es tambièn el momento en que se debe rendir homenaje a Blanca Esther Díez. No sé en qué juzgado de España se gana actualmente el pan y la leche. Pero yo quiero, desde este balcón, gritar bien alto: Señoría, tenía usted razón. La democracia española se lo agradece.