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Publicado por
León

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Las revueltas de los estudiantes españoles en los últimos tiempos y su lucha por mantener el botellón, con posturas muy diversas por parte de las administraciones locales y autonómicas, se han saldado con detenciones, heridos y enfrentamientos entre los deseos de mantener el orden y el derecho a la diversión de los jóvenes. Las manifestaciones a favor y en contra se suceden. Para Gustavo Bueno el botellón «Hay que prohibirlo totalmente, pero la cuestión es ¿qué se hace con esa gente y cuáles son las raíces de todo eso? Unos cuantos adolescentes reunidos en la calle, como primates que se juntaban aterrorizados, dándose ánimos mutuamente, quizá por lo que se les venía encima¿» Frente al orden y a la autoridad, los jóvenes alegan ahorro: «La única diferencia es que yendo de botellón te puedes emborrachar con ese dinero y yendo a un par de pubs simplemente te refrescas y te alegras un poco». A su difusión y convocatoria ha contribuido de forma importante el tratamiento que han dado al tema los medios de comunicación situándolo en llamativas portadas. Mientras tanto, en la vecina Francia los jóvenes también están haciéndose oír, pero con una notable diferencia de objetivos: mientras los jóvenes españoles reivindican su derecho a la expansión y a la diversión entre nubes de alcohol, los galos exigen al ministro Villepin que elimine el contrato basura de primer empleo para los jóvenes. El disputado Contrato de Primer Empleo (CPE) da a las empresas la posibilidad de despedir sin justificación a los menores de 26 años durante los veinticuatro primeros meses. La manifestación en la explanada de los Inválidos fue antológica, con 24 heridos y 166 detenidos, y se ha extendido a varias regiones francesas. Se ha dicho que es la revuelta «chic» paralela a la experimentada en noviembre pasado en los suburbios de París, donde la calma es tensa aún. Reflexionando sobre ambas posturas tan distintas y sobre sus consecuencias he recurrido a la metáfora que sigue: Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subirlas se encontró con una puerta semiabierta, y lentamente se adentró al cuarto donde había mil espejos. Para su sorpresa se dio cuenta que dentro de ese cuarto había mil perritos más, observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los mil perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrió y ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los mil perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: ¡Qué lugar tan agradable. Voy a venir más seguido a visitarlo! Tiempo después otro perrito callejero entró al mismo sitio y entró al mismo cuarto. Pero este perrito al ver a los otros mil perritos del cuarto, se sintió amenazado, ya que lo estaban mirando de una manera agresiva. Posteriormente empezó a gruñir, y obviamente vio como los mil perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros mil perritos le ladraron también a él. Cuando este perrito salió del cuarto pensó: ¡Qué lugar tan horrible es este. Nunca más volveré a entrar aquí! Los jóvenes españoles y franceses han encontrado en la sociedad los mil espejos que les devuelven reflejados lo que la sociedad es; pero ellos también son la sociedad que se refleja. Hemos pasado de una sociedad autoritaria a una democrática aboliendo todos los límites. Mientras los modelos autoritarios tienen bien definidos los valores, la moral y los marcos educativos y sociales, el modelo democrático los construye cada día, hay que hacer los marcos entre todos. En esta fase se ha dado entre nosotros el efecto de gong yendo de un lado al extremo opuesto: de no permitir nada al prohibido prohibir; antinomias pedagógicamente inservibles. Pero eso tiene unas consecuencias que algunas autoridades han advertido señalando, por ejemplo, que el excesivo consumo de alcohol entre los jóvenes es un problema de todos y advirtiendo de que muchos padres no queremos saber cómo se divierten nuestros hijos. Las posturas de los jóvenes de dos países vecinos son radicalmente opuestas y reflejan las mil caras de dos sociedades diferentes. Nuestra sociedad, al igual que nuestra educación, tan huraña, autoritaria y escasa, ha descubierto de repente la libertad, la alegría y la abundancia y se mira en el espejo, y su reflejo la complace mil veces. Sólo que la alegría de las mil caras optimistas producen debilidad, desconocimiento y falta de hábitos de trabajo en los adolescentes que han hecho que los adultos, padres y profesores se acostumbren a darles a los jóvenes todo hecho, pero no enseñándoles ni acostumbrándoles a luchar para conseguirlo. Salvan la alegría de la infancia pero matan al adulto. Las consecuencias las pagaremos entre todos, pero no podemos pretender que los jóvenes cambien si la sociedad no cambia y si no les permite ganarse las conquistas sociales de cada día y no pone en marcha un código de valores para compartir. «Para vivir el hombre debe actuar; para actuar, debe tomar decisiones; para tomar decisiones, debe definir un código de valores; para definir un código de valores debe saber qué es y dónde está -esto es, debe conocer su propia naturaleza (incluyendo sus medios de conocimiento) y la naturaleza del universo en el cual actúa- esto es, necesita metafísica, epistemología y ética.» Ayn Rand (Philosophy: Who needs it).