Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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MUCHOS columnistas (sobre todo americanos) se apresuraron a titular El marzo francés su reflexión sobre lo que está ocurriendo en Francia, por entender que había una gran semejanza con la protesta de mayo de 1968. El titular es tan sugestivo como engañoso. Porque lo que está ocurriendo ahora mismo en Francia es casi lo contrario de lo que ocurría en 1968. Quienes protestan estos días lo hacen -paradójicamente- porque quieren integrarse en el sistema (sobre todo en el sistema laboral garantista francés, claro). Los de 1968 lo hacían porque querían «cambiar la vida» y, de paso, renovar el sistema. Los de ahora quieren integrarse en la sociedad, con los ojos puestos, no en el futuro, sino en el pasado. Quieren lo que había, no lo que hay. Y, paradójicamente, se están convirtiendo en unos ciegos negadores de lo evidente: de la globalización que nos ha alcanzado a todos. Los sindicatos franceses les están haciendo un flaco favor al venderles como porvenir lo que es puro pretérito. No, no estamos en mayo del 68, y los sindicatos falsean la realidad al identificar ambas protestas. Lo de ahora ni siquiera es una mala imitación de lo de entonces. Lo de ahora es más triste: unos sindicatos envejecidos y anquilosados, incapaces de entender el futuro, sacan a la calle a las masas y las guían hacia el pasado. De sus proclamas no salen más que llamamientos al inmovilismo y a la defensa de los privilegios. ¿Que cada día hay más gente fuera de esos privilegios, más gente en el paro, más inmigrantes excluídos? Ese no es su problema. La esperanza de muchos franceses está en Nicolás Sarkozy. Ni el populismo de derechas del presidente Chirac ni el de izquierdas del Partido Socialista Francés ofrecen respuestas responsables y con visión de futuro. A todos ellos los ciega el oportunismo y la política a corto plazo, que sólo empeoran las cosas. Sarkozy es el único que ha cantado las verdades del barquero y les ha dicho a los franceses lo mal que está su país. El hecho de que él tome las riendas de las negociaciones con los sindicatos es una buena noticia. Incluso para los sindicatos, que se verán obligados a modernizarse y mirar hacia adelante.

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