DESDE LA CORTE
Zapatero y la República
ÉRAMOS pocos, y parió la República. Cuando falta una semana para el 14 de abril, que este año es el 75 aniversario de la proclamación de la Segunda, el presidente del gobierno calentó la efeméride con sus elogios en el Senado. Respondía a una pregunta del senador catalán Carlos Bonet, y el señor Rodríguez Zapatero hizo un caluroso elogio de aquella experiencia. No habría sorprendido a nadie si no dijera que aquel «proyecto de país» está en «en plena vigencia y con un alto grado de desarrollo». Después, como el señor Zapatero se expresa como se expresa y suele meterse en jardines dialécticos, soltó esto: «la España de hoy mira a la II República con satisfacción y orgullo por ver lo que hemos podido hacer entre todos en esta etapa constitucional». Y se quedó tan fresco. Que salgan ahora los «zapaterólogos» e interpreten la frase. Que nos digan si el orgullo presidencial es por el balance de la II República o por lo que hicimos los españoles desde la llegada de la Monarquía de don Juan Carlos. Todo es válido para glosarle. Es válido mostrarse comprensivo y decir que se hizo un lío con las palabras. También lo es asegurar que hizo un canto a «esta etapa constitucional» (la nuestra). Pero no mienten quienes dicen que el señor presidente sacó, por fin, su otro talante, que es el republicano, y proclamó que su sueño sería restablecer el régimen de 1.931, aunque sea jefe de gobierno de la Monarquía. ¿Cuándo aprenderá, señor Zapatero, a separar debidamente los conceptos y a decir las cosas por su orden? Ahora, debe atenerse a las consecuencias. Una es que José María Aznar ya tiene sustento verbal para una de sus diatribas más polémicas sobre el actual mandato socialista: la advertencia de que el PSOE de Zapatero busca un «cambio de régimen». Otra, el diagnóstico que también escuché alguna vez a otros dirigentes del Partido Popular: que pretende conectar la legalidad actual con la II República. Y la tercera será el ejercicio de comparar algunas decisiones actuales con las republicanas. El presidente de la Conferencia Episcopal, por ejemplo, consideró muy peligrosas las palabras de Zapatero, quizá porque lo primero que vino a su memoria ha sido el anticlericalismo fomentado desde el poder, la quema de iglesias y conventos y el asesinato de religiosos en toda la geografía española. A este cronista le gusta que Zapatero sea el primer gobernante español que reconoce cuanto tuvo la República de avance social y de empeño por modernizar este país. En ese sentido, le honra su intento de ser continuador de aquella obra. Pero sólo en ese sentido; porque convertirse en propagandista de una experiencia que partió España en dos es algo que todavía asusta a la mitad del país.