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FERNANDO ONEGA
León

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«RARO, RARO, raro», diría el doctor Iglesias Puga. Es, en apariencia, la crisis de gobierno más extraña que se puede hacer: se cambia al ministro de Interior cuando su primer objetivo, ETA, acaba de hacer un alto el fuego; al de Defensa, al día siguiente de obtener la unanimidad del Congreso a una de sus leyes; a la de Educación, al día siguiente de ver aprobada su Ley Orgánica, después de un inmenso trabajo; se quita del Congreso al mejor negociador y buscador de consensos que ha tenido nunca el PSOE; y, en cambio, continúan en sus puestos los ministros. Por lo tanto, la primera hipótesis -la de eficacia-debe ser descartada. No es ése el registro que ha movido a José Luis Rodríguez Zapatero. La segunda, la oficial, la dada por el propio presidente y respaldada por José Bono, dice que estamos ante una voluntad de abandono del ya ex ministro de Defensa. La cuestión es por qué una vocación política tan fuerte se ha venido abajo hasta plantear nada menos que el abandono (todo el mundo piensa que provisional) de la política activa. Si las palabras todavía sirven de algo, estamos ante un desencuentro prolongado, ante una divergencia sobre cómo reformar el Estado de las Autonomías, que se ha roto por el flanco más débil: el flanco del discrepante. Las alusiones del ex ministro a su vida privada no parecen más que un gesto de su elegancia. El tiempo dirá si la imagen que ahora le queda a Rodríguez Zapatero es la de un gobernante en cuyo equipo no cabe la forma de entender España que José Bono representa. Desde esta perspectiva, el presidente no hizo otra cosa que aprovechar la voluntad de dimisión de José Bono para hacer lo que realmente ahora necesita: un equipo homogéneo, coherente, compacto, para afrontar el segundo de sus grandes objetivos, que es la cuestión vasca. Dicho de otra forma, mantuvo a Bono en su equipo hasta el momento en que necesitaba hacer ese ajuste. Cuando llegó el momento, le aceptó la renuncia. La disposición de Bono ha sido la gran fortuna que tuvo Zapatero. Y las palabras de ayer de don José han sido las del hombre leal, que puede discrepar, pero no está dispuesto a crear una grieta mayor. Así que Zapatero sólo tuvo que tirar a puerta. Necesita en Interior al hombre que ha demostrado cintura de goma cuando negocia. Necesita en Defensa a un hombre de suma confianza para dirigir el CNI, que tanto tiene que decir en abandono de las armas de ETA. Y en eso consiste la crisis: en hacer un bloque para afrontar la nueva realidad vasca, la existente y la que está por construir. Las palabras clave del proceso han quedado al descubierto en los nombres de Alonso y Rubalcaba: rigor jurídico y negociación. ¿El precio a pagar? Lo que diga el Partido Popular: que el «españolismo» ha dejado el poder.

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