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Publicado por
GONZALO PARENTE
León

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CON EL fin de la guerra fría y todo lo que sucedió después en los años noventa, el túnel del tránsito que nos llevaría al siglo XXI, en el tiempo del tercer milenio, muchos pensamos que inevitablemente se produciría un nuevo orden mundial. Pero la desilusión fue terrible. Europa que había sido durante cuarenta años, el continente dividido y ocupado para campo de batalla de los bloques enfrentados, cuando llegó la paz, la unión de las dos Alemanías y de los mundos del Este y del Oeste, de pronto, la desintegración de la URSS, produjo otras divisiones, como las de Checoeslovaquia y Yugoslavia. Si la primera separación fue pacífica, el caso de la disgregación de las seis repúblicas fue tan brutal que los genocidios parecían tan irreales que nadie se lo podía creer. Pueblos enteros masacrados, asesinatos en masa, limpieza étnica, miles de mujeres violadas y dos millones de refugiados. Europa se quedó paralizada. Sadam Hussein aprovechó la ocasión para invadir Kuwait, y en Burundi y Ruanda se materializó un genocidio de millones de víctimas. El viejo orden mundial de la post guerra fría no funcionaba. Así, hemos pasado al tiempo nuevo sin orden ni concierto entre las naciones que el terrorismo islámico puso contra la pared por su incapacidad de reaccionar. Pero lentamente, la maquinaria internacional ha ido poniendo en marcha algunas iniciativas que debemos valorar. El Tribunal Penal Internacional (TPI) para juzgar a los genocidas, tipo Slobodan Milosevic, las múltiples operaciones de paz y de ayuda humanitaria, que actúan todavía en la ex Yugoslavia o en Afganistán o en Haití¿son ya un buen ejemplo del nuevo orden; y hace unos días, las Naciones Unidas, crearon un nuevo organismo al que se le concede la mayor importancia: el Consejo de Derechos Humanos que va estar a nivel del Consejo de Seguridad, todo ello nos da los indicios de lo que va a ser el nuevo orden mundial.

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