CON VIENTO FRESCO
Los falsos republicanos
RECONOZCO que estoy un tanto perplejo, no salgo de mi asombro con algunas de las cosas que están ocurriendo en nuestro país; algunos están interesados en reabrir insensatamente la cuestión de las dos españas. Se aprueba un estatuto de autonomía que, para la mayoría de los catalanes resultaba ser hace unos meses una cuestión carente de interés; hoy no lo es, hoy nos interesa a todos aunque por causas diversas. Zapatero y el PSC fueron, con el asombro y el aplauso de los nacionalistas, los que han lanzado la bola que luego ha ido creciendo hasta convertirse en un problema cuyas consecuencias serán inevitablemente deplorables. Parece que para solucionar un problema, el del terrorismo vasco, los socialistas ha creado otro aún mayor. Lo dramático del asunto es que algunos, la mayoría de los socialistas, aún no se han enterado de ello, y otros, los guerristas, se callan como muertos después de predicar que votarían en contra. Ahora se lanza una nueva bola aparentemente más inofensiva, pura nostalgia de un pasado mítico, o mejor mitificado, mixtificado hasta el punto de hacerlo totalmente irreconocible. La II República, cuyo setenta y cinco aniversario se conmemora estos días, se publicita sesgadamente; solo se destaca lo que tuvo de positivo pero se ocultan interesadamente sus rasgos más nefastos, aquellos que condujeron al enfrentamiento y la guerra civil. La República, como otros muchos proyectos regeneracionistas de principios del siglo XX, fracasó estrepitosamente, y la causa de ese fracaso no fue la guerra civil, esa fue su consecuencia, sino el sectarismo de unos políticos e intelectuales incapaces de renunciar a sus apetencias personales y de poner por encima de los intereses generales los de sus propios partidos e ideologías. Algo parecido a lo que está pasando ahora, más sibilinamente y con menos dramatismo. También ha sido, en este caso, el presidente del gobierno el que ha lanzado la bola, el que contundentemente afirmaba en el Senado hace unos días que «la España de hoy se mira con orgullo y satisfacción en la II República». Si el estatuto de autonomía catalán era, en su origen, un asunto minoritario, éste de la República interesa aún a menos gente. La realidad va por otros derroteros; excepto para algunos nostálgicos recalcitrantes, a nadie le interesa volver a la República y a sus trasnochados ideales. Para la mayoría es una cuestión objeto de la historia y de los historiadores, que se debería estudiar con menos apasionamiento y más objetividad. Me pregunto cuál es el objetivo de esta proclama presidencial, secundada o precedida por unos sedicentes intelectuales cuyo manifiesto es una auténtica zafiedad intelectual y de una incongruencia absoluta, puessu conclusión del mismo sería cuestionar, cosa que no hacen, la monarquía y proponer sin ambages una república. Si es lo que quieren, que lo digan. Es evidente que no van por ahí los tiros, y que todo el truco está no en las alabanzas a la II República, cosa que a estas alturas produce sonrojo, sino en cuestionar el régimen de Franco, al que se le califica en el manifiesto como un tiempo de retroceso. Será cierto, pero no fueron ellos los que trajeron la democracia, pues muchos de los que lo firman tienen un pasado cercano al poder o, al menos es conocida su pasividad en la lucha contra el franquismo. Quizá solo pretenden lavar su pasado, aunque creo que lo que buscan, en paralelo con Zapatero -no hay que olvidar que algunos de éstos firmaron hace dos años, en plena campaña electoral, otro manifiesto de apoyo a Zapatero- es relacionar al PP con el pasado franquista, y echar a este partido de la política. No soportan que el PP tenga hoy un discurso más coherente, moderno y solidario que el PSOE, y lo que es peor, que pueda ganar las próximas elecciones. Hay que echarlo de la política y para ello nada mejor que recordar machaconamente, mintiendo, la relación del PP con el franquismo, idealizando la República. Creo que los del manifiesto son los mejores herederos del franquismo que critican.