Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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AYER hizo balance la ejecutiva del PSOE de los dos primeros años de legislatura, un bienio que podría caracterizarse por el conjunto de debilidades políticas con que inició Zapatero su presidencia del Gobierno, y por la asombrosa habilidad con que ese presidente/incógnita, sin apenas haberse asentado en La Moncloa, empezó a cumplir sus compromisos electorales más difíciles de llevar a la práctica. La retirada fulminante de las tropas españolas enviadas a Irak hizo sonar al mismo tiempo trompetas de alegría y señales de alarma. Bajo ese talante componedor y mesurado, ¿no escondería ZP un punto de irresponsabilidad política? Mucha gente se formuló esa pregunta. Se estrenaba el Gobierno socialista sobre una plataforma de legitimidad cuestionada por la oposición del PP. En el Congreso de los Diputados disponía el Grupo Socialista de una mayoría simple que le forzaba a pactar con partidos como el independentismo republicano de Cataluña, que la derecha repudiaba. Dentro del mismo PSOE, la desconfianza en ZP era evidente en algunos sectores, por lo que el primer Gobierno socialista tuvo en muy en cuenta el equilibrio interno. Y algunos compromisos electorales parecían de cumplimiento imposible. Pasaba el tiempo, se iba oscureciendo la presidencia de Zapatero, especialmente por los episodios del proyecto estatutario de Cataluña, junto a la airada protesta en las calles de la derecha social y religiosa contra la nueva Ley Orgánica de Educación, y a la extensión de algunos derechos cívicos propios de los ciudadanos heterosexuales a los homosexuales, y con el PP realizando una oposición de extremada dureza. En todo momento, ZP hacía alardes de serenidad y no perdía la sonrisa. Y llegó, al fin, la primavera. El proyecto de Estatut se encamina hacia el Senado tras los arreglos quirúrgicos del Congreso, lo que ya ha disminuido las denuncias sobre la inminente desmembración de España, a lo que debe añadirse que el auto de procesamiento por el 11-M no ofrece en su bien argumentada exposición el menor indicio sobre una implicación de ETA en los atentados, lo que disuelve la teoría conspirativa del PP. Será más difícil a partir de ahora que la legitimidad del Gobierno socialista se siga cuestionando. Hay más, sin embargo, a favor de ZP. El alto el fuego permanente de ETA amortigua necesariamente la agresividad del PP contra la política antiterrorista del Gobierno, pues Rajoy se siente obligado por razones obvias a colaborar en la etapa de pacificación con Zapatero. Está el partido contento de su presidente y de lo realizado hasta ahora. En la acera de enfrente, como es lógico, el PP discrepa.

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