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FERNANDO ONEGA
León

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ATENCIÓN a ese cura. Se llama Alec Reid; es irlandés, del norte; tiene 74 años de edad, y los últimos cuatro los ha dedicado a hablar con personas que tienen algo que ver con el terrorismo de ETA. Lo hizo calladamente, sin llamar la atención, hospedándose en residencias religiosas de Bilbao y del Sur de Francia. Quien mejor conoce sus pasos posiblemente sea el obispo Blázquez, que suele mandar un coche del obispado a recogerle en el aeropuerto de Sondica y a transportarle a sus entrevistas. Y no hay nadie con mando en el nacionalismo y en la llamada izquierda abertzale que no haya hablado con este clérigo redentorista, que ya había tenido un importante papel en la solución del conflicto de Irlanda. A veces ocurren estas cosas: los políticos llevan los méritos para la historia. El trabajo de base es efectuado por ciudadanos desconocidos, que no buscan otra cosa que aportar su experiencia o la confianza que inspiran a los sectores en conflicto. Atención, pues, al veterano sacerdote Alec Reid. Sus diagnósticos pueden resultar equivocados, porque es humano; pero son los únicos que no están contaminados por prejuicios partidistas. No están marcados directamente por el rencor de quienes han asesinado ni por el dolor de quienes han sido víctimas. Se aproximó al drama del terrorismo con la intención de estudiarlo a fondo, conocer las razones de su existencia y buscar cauces de arreglo. Parte de lo que está pasando se debe a su actuación. Su actitud choca, sin duda, con quienes siempre nos hemos asomado a la cuestión vasca con la sensibilidad del alma herida, con el corazón sangrando por tanta barbarie y desde la seguridad de que el terrorista sólo busca matar por matar. En ese estado de opinión irrumpió ese sacerdote. Quizá suscite desconfianzas el verlo tanto en contacto con nacionalistas vascos. No anima a creer en él la circunstancia de que el Partido Popular no ha respondido nunca a sus cartas, en las que se ofrece para dialogar. «Si el PP no le atiende, dirán muchas personas en España, es porque no es un personaje de fiar». Hoy, después de escucharlo en un acto público, propongo a mis lectores que nos quedemos con cuatro de sus mensajes. 1) En el orden cronológico, el llamado «proceso de paz», va más rápido de lo que parece. En año y medio puede estar terminado. 2) En cuanto a las formas, veremos a Batasuna sentada en una mesa de diálogo. 3) En el ámbito personal, el líder no es Arnaldo Otegi, sino el sindicalista Díaz Usabiaga. Y 5) En el capítulo de las responsabilidades, haría bien Mariano Rajoy en tomar nota: el PP debe disponerse a liderar el proceso. Si no lo hace, se quedará fuera, porque el final del terrorismo se alcanzará sin él. Todo un aviso.

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