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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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NADIE ignora que hay escolares que intentan en vano educar a sus díscolos profesores y, en último caso, se ven obligados a emplear la violencia. Todo tiene un límite y si el profesor se empeña en no aprobarle la asignatura al alumno que no haya mirado el libro, éste tiene que reaccionar ante la injusticia. No es un fenómeno nuevo, pero sí cada vez más creciente. Cada día son más los maestros agredidos. Coceados por los muchachos que trataban de desasnar. La letra con sangre entra, pero ahora entra con la sangre del educador. ¿A quién se le ocurre dedicarse a eso? Debieran saber todos los que tienen vocación pedagógica que la verdadera obra de misericordia no es enseñar al que no sabe, porque nadie nace sabiendo nada, sino enseñar al que no le da la gana aprender. Una nueva modalidad de insurgencia acaba de surgir impetuosamente. Sólo en la Comunidad de Madrid han sido agredidos durante el pasado año más de 4.000 médicos o enfermeros. Se conoce que todo el que paga el seguro obligatorio de enfermedad está convencido de que tienen la obligación de curarle, sea cual sea la índole de su dolencia, ya que él no la ha escogido. Sólo quiere que le sanen y además en el más breve tiempo posible, ya que el enfermo tiene muchas cosas quehacer y no está dispuesto a perder tiempo yendo muchas veces a la consulta. La relación médico enfermo, tan certeramente estudiada por Marañón, se ha hecho hostil. Lo que debe ser confianza es ahora exigencia. El Sindicato de Enfermería, Satse, considera que «el respeto es el único medicamento de uso recomendado aún cuando no se esté enfermo». Qué palabra tan antigua, esa de respeto. Los alumnos reclaman el aprobado y los pacientes se impacientan si no les curan a la primera ojeada, ya que para eso tienen ojo clínico. Enseñar y curar son dos oficios peligrosos, pero ya se sabe que hay gente para todo.

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