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León

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Suspiró Bono con la sonrisa en boca y dijo lo que quiso decir, que para eso es un político de cartera. Total en un pueblo que vive como si Dios no existiera, en el que Dios queda relegado a la esfera privada, el lenguaje entre lo que se dice y hace, tampoco tiene mucho valor. Unos dicen que se va porque tiene los ojos puestos en una España muy distinta y menos distante, a lo que propicia «su gente de partido». Rajoy lo ha bordado: «Ha sido un ministro que defendía unas posiciones muy claras en materia de unidad nacional y de igualdad de los españoles». Otros apuntan que abandona el Gobierno de ZP (no la política) con el síndrome del quemado. Y es por eso, que ha elegido el viernes de Dolores para decir ¡basta! con un lenguaje mezclado de incienso para jugar al despiste. Poética verdad para una verdad injertada fuera de árbol: «Es el día que llevo a la práctica la creencia de que la vida vale más que la política». Se nos va Bono en cuaresma, cuando la santa semana toma el balcón de las emociones, tras participarnos que la decisión es meditada y que la ha tomado a favor de su familia. Intuí que lo dijo resignado ante el tormento de desilusiones, o grescas en gabinete, de «su gente de partido». Ciertamente esto es una apreciación personal. A no ser que el encuentro de las familias a celebrar en Valencia próximamente haya empezado a dar ya sus frutos, puesto que el ministro tiene línea directa con altas instituciones eclesiásticas, y redescubriese la belleza de la vocación matrimonial, la necesidad de la transmisión de la fe en la familia, ahora que «su gente de partido» ha desterrado de la escuela la religión y se haya impuesto, en contra de multitud de padres, la educación para la ciudadanía. No tardará, además, si este Gobierno sigue en sus hazañas, el tiempo en que se confine también la escuela católica y se recluya la formación integral, porque se prefiera borregos antes que individuos pensantes. Como buen guerrero y mejor político, Bono, elevó el tono y el timbre del floreo, para decir de manera clara y contundente que a él, de la política, no le echan las dificultades. A propósito, y siguiendo el jabón de la palabra, dice un salmo: «Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum»; o lo que es lo mismo en castellano de todos los españoles: «Ved: qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos». Para esa unidad, se precisan otras políticas muy diferentes a las que propician con injustas legislaciones «su gente de partido», empeñadas en desfigurar la realidad misma del matrimonio ante las nuevas generaciones. Si reconoce que se siente español hasta los tuétanos, que no significa sino trabajar por los españoles y españolas, sobre todo por los que menos tienen, le comprendo y hasta le puedo llegar a admirar, que haya tenido el valor de separarse de un Gobierno que crispa más que calma y, en consecuencia, desune más que une. Víctor Corcoba Herrero (Madrid). «....En el reino de León, en lo áspero de sus montañas, seis leguas distante de la capital y cuatro del Principado de Asturias está la villa de Boñal o Boñar, población como de ochenta vecinos en una sola calle...». Así describía Boñar el médico Pedro Gómez de Bedoya hacia el año 1764, cuando andaba estudiando y analizando las fuentes y las aguas de la España de Carlos III. Qué sorpresa se llevaría el afamado doctor si contemplara la villa hoy en día y viese que la única calle que existía es ahora una gran población y que el número de habitantes se ha multiplicado por veinte. Pero creo que nosotros nos llevaríamos mayor sorpresa si pudiésemos volver dentro de doscientos años y visitar nuestro pueblo... qué será de nuestra Iglesia, nuestro Soto, nuestros montes, nuestros familiares. ¿Seguirán nuestros descendientes disfrutando de las tardes de verano paseando por la chopera de El Soto, escuchando el discurrir del río y a los pájaros revolotear las plácidas tardes de primavera? ¿Podrán nuestros tataranietos levantarse por las mañanas y respirar el olor a pueblo que las chimeneas regalan en pleno invierno, el olor a naturaleza en plena mañana veraniega? ¿Llegarán nuestros hijos a disfrutar de un otoño plagado de colores en plena montaña, de esas nevadas que llenan de silencio las frias noches de invierno?. ¿Tendrán la suerte de abrir la ventana y agradecer a Pico Cueto como protector de Boñar que es, o saludar a su prima La Solana? En nuestras manos está que lo que hasta ahora nosotros hemos podido disfrutar sea la mejor herencia para nuestra estirpe. Sólo nosotros somos los dueños de nuestro futuro y el de nuestro linaje. Boñar debe y tiene que salir adelante como le corresponde, situarse en el lugar que se merece, donde la historia le ha situado, en un lugar privilegiado, para toda clase de gente. Personas con ganas de luchar por una realidad y que se les llene la boca al pronunciar el nombre de su pueblo que es más que un pueblo, es una villa. Es la villa que nos vio nacer y nos verá fallecer, es la villa que nos hace ser más personas o más personajes, pero en definitiva es la villa a la que debemos un esfuerzo por parte de todos para que no acabe siendo un simple pueblo. ¡Viva Boñar! Javier Robles Marcos (correo electrónico).