Diario de León

DESDE LA CORTE

Jarros de agua helada

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FERNANDO ONEGA
León

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E L ALTO EL FUEGO permanente cumple un mes. Su primer mes. El balance dice que en 48 horas se han deteriorado muchas esperanzas. Cuando ETA decidió la tregua, nadie se atrevía a poner grandes condicionantes a ese estado de euforia colectiva que nos invadió. Ahora, Mariano Rajoy le dice a Zapatero que el Estado de Derecho no debe moverse hasta que la banda terrorista esté disuelta. Por aquel entonces habíamos aceptado que vendrían sobresaltos y disgustos. Ahora, ante el primer acto violento de los «chicos de la gasolina», el presidente de la Comunidad Foral de Navarra, Miguel Sanz, le pide al presidente que detenga el llamado proceso de paz. La propuesta de Rajoy es coherente. Es la que suscribirían la mayoría de los ciudadanos, si fueran consultados. La del señor Sanz es incluso comprensible, por tres razones: fue en su tierra donde se produjo un atentado, Navarra aparece como objeto de transacción, y se eligió como víctima a un compañero de partido. Es comprensible, digo, pero precipitada. No se puede, no se debe, tirar por la borda el nuevo escenario, mientras no se conozcan exactamente las circunstancias: podemos estar ante un grupo de reventadores, o ante una indisciplina de jóvenes cachorros. Hay que contar con sucesos similares en todo el tiempo que dure este complicado proceso. En todo caso, estamos condenados a vivir en un diente de sierra donde el pesimismo sucederá al optimismo con más frecuencia de la deseada. Y en ese clima, hay algo peor que los atentados en sí: el silencio de Batasuna. Esta organización, todavía ilegal, tiene ante sí una fantástica oportunidad para desmarcarse. Sólo se le exigen unas palabras mínimas de condena de los desmanes; pero prefiere el silencio. Y cuando habla, como ayer hizo el sindicalista Díaz Usabiaga, es para meter en el mismo saco a las Fuerzas de Seguridad, a la Justicia y la violencia de la kale borroka. ¡Qué barbaridad! ¿Es que nadie ha explicado a estos señores que un Estado no puede dejar de perseguir delincuentes? ¿Es que no entienden que el hecho de dejar de matar no significa un indulto de los delitos anteriores? Así está el patio. Vendrán portavoces oficiales a explicarnos que el proceso, a pesar de todo, debe seguir abierto; que la voluntad de ETA sigue siendo dejar las armas. Pero eso hay que demostrarlo. Y no se puede hablar de paz mientras un solo ciudadano vasco se acueste por las noches con miedo a que alguien le lance un cóctel molotov mientras descansa. En esas condiciones, es verdad: no se puede ser transigente ni tolerante. Y como esas condiciones siguen, el balance es nítido: todavía es pronto para poner un freno al «proceso». Pero está claro que nos han echado un jarro de agua fría. Helada.

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