Diario de León

EL BALCÓN DEL PUEBLO

Siempre nos quedará París

Publicado por
JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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ESTABA feliz, muy feliz. No porque el Barça se haya clasificado para la final de la Champions tras eliminar al Milan. Cesáreo González, ingeniero técnico industrial, no el cineasta de Ízaro Film, padre y madre de Telice, empresa que fundó hace 32 años, no tiene pasión por el fútbol. De hecho, sólo ha asistido una vez a un estadio. Mejor dicho: lo llevamos de la oreja para conocer el Antonio Amilivia, con motivo de la eliminatoria de Copa del Rey Cultural/Atético de Madrid. Este ingeniero técnico industrial, nacido en Cabanillas, un pueblecito que adora a un río Bernesga de lágrimas en los estiajes, pertenece a la peña «La Concordia». Y ayer, último jueves de mes, compartimos mantel y vino. Fuimos sus huéspedes. Nos mostró su obra final, la nave que centraliza toda su trayectoria y nos ofreció el almuerzo. Es la culminación de un hombre entero que ya ha estrenado elos sesenta y ante el que me vencen los afectos y las admiraciones. Permítanme un apunte breviario de su biografía. Es el último de doce hermanos. Obtuvo el título en la Escuela de Gijón, que según dicen, imprimía carácter, estilo, formación y ciencia. No conoció a su padre, pero tuvo la protección, el consejo y el apoyo de su hermano mayor, Lisardo, respetado en todos los foros ferroviarios y admirado hasta los últimos límites. Tras sus primeros pasos en la docencia, precisamente en Santa Mª del Páramo, fue empleado de Radiotrónica. Hasta que decidió entrar en el mundo de los sueños de los jóvenes emprendedores, fundando Telice. Comenzó hace tres décadas y media con cuatro empleados y él mismo y hoy paga la nómina a más de centenar y medio de trabajadores. Funciona en toda España, más que en León. Ha sembrado el país con hilos de cobre de 3 milímetros de cables multiconductores y coaxiales y lo sigue haciendo ahora con fibra óptica: desde Puigcerdá a Sevilla, desde Barcelona a Fuentes de Oñoro. Nunca he asimilado cómo ha sido posible ganarle tantas horas al día. La realidad siempre es más pobre que la fantasía. Cesáreo González fue vicepresidente de DL. La estampa del mundo siempre ha venido a demostrarse maleable, variante, propicia a nuestra influencia todavía, cuando ya habíamos pensado que la reforma, la revolución, la conmoción o la remontada se nos había ido de las manos. Cesáreo González no lo creyó y por eso no se estancó en los cables de cobre de 3 milímetros, ni en los últimos conductores o los coaxiales. Está asombrado con el hilo fino como un cabello de la fibra óptica que permite los milagros de la comunicación. Digo que siempre nos quedará París a los segidores del Barça. Como a Bogart en la película Casablanca. Otro miembro de la Concordia, fallecido cuando no debía, Bonifacio Rodríguez, catedrático de Lingüística, también decía: «Nunca debimos abandonar el Missisipi». Cesáreo González fue mi vicepresidente en este periódico. En su honor he de hacer público reconocimiento que jamás hizo el mínimo amago para moldear mi libertad. Quizá ya tenía asumidos los cinco sentidos de la dignidad profesional de un periodista: estar, ver, oir, compartir y pensar. Yo los he sintetizado en las cuatro «ces»: comprender, conocer, contrastar y contar. Y como seguidor del Barça, a mí también me queda París. Será el 17 de mayo.

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