Cerrar
Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

Creado:

Actualizado:

LE PUDO haber costado la vida o una grave lesión. El 23 de abril, una piedra lanzada contra la cabeza del presidente de la Junta de Castilla y León impactó contra la de la Jefa de Protección Civil y la hirió. Cuando éramos pequeños, en la escuela nos hacían repetir refranes que nos inculcaban normas de conducta: «palabra y piedra suelta no tienen vuelta» era uno de ellos. No ha debido ocurrir así con el energúmeno autor del ataque. Si alguien creía que en España se había desterrado el mal hábito de dialogar a pedradas, que se desengañe. Los de la ETA anuncian la esperada tregua, pero allí entretanto, queman tiendas; más acá, el mesetario irredento la emprende a cantazos con la autoridad aunque hiera a otro que estaba delante. Obviamente ningún dispositivo de seguridad puede evitar al cien por cien ataques como éste, pero cuando se producen hay que asumir responsabilidades. No bastan, no son de recibo e incluso suenan mal las palabras autoexculpatorias del Delegado del Gobierno, en el sentido de que el dispositivo de seguridad adoptado era suficiente. De eso nada, señor Alejo. Y eso de que el ataque era un hecho puntual ¿acaso no oyó los insultos ni vio otros objetos que se lanzaron?, ¿y si la piedra hubiera impactado en la sien o en un ojo? Para quien ha sufrido el ataque, la cosa es todo menos puntual. El señor delegado -persona delicada en el trato- debió empezar pidiendo disculpas por sus desafortunadas declaraciones sobre la suficiencia de la protección y la puntualidad del ataque, porque resultan hirientes. Además estas cosas son puramente empíricas: si se produjo una agresión de este tipo, el dispositivo no era suficiente sino insuficiente. Que Alejo haya mostrado su absoluta reprobación ante tal hecho no le supone justificación alguna: bueno hubiera estado lo contrario. Pero es que además él no está ahí para reprobar nada, está ante todo para garantizar la seguridad de quienes acuden al evento. Para entender mejor, usemos la pedrada en símil o en alegoría, pues a ello nos da pie lo que ha ocurrido con los inexistentes agresores a Bono. Campa de Rodiezmo. Zapatero, aún no presidente, acude como cada año. También está el delegado del Gobierno que entonces había. Acebes, ministro del Interior. Un energúmeno tira una piedra que abre la cabeza al militante que está más cerca de Zapatero ¿Cuál creen ustedes que hubiera sido la reacción socialista? ¿Hubiera dado por buenas las explicaciones del delegado en el sentido de que el dispositivo era correcto y que el ataque era un hecho puntual, aunque reprobable? Seguro que no. La cosa hubiera adquirido tintes de escándalo nacional, con manifestaciones ante las sedes populares, pancartas, alocuciones por televisión y agrios debates parlamentarios. Se hubieran pedido el cese fulminante del Delegado del Gobierno y la dimisión del ministro del Interior. El ataque se hubiera calificado de atentado desde el primer momento. Y no se hubieran admitido declaraciones como las efectuadas, a las que probablemente se hubiera calificado de insulto. Así que el enigma viene rodado y es fácil: ¿qué tiene que hacer el responsable de no garantizar la seguridad en eventos como el del pasado día 23?

Cargando contenidos...