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Publicado por
JOSÉ RAMÓN AMOR PAN
León

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LOS OBISPOS españoles acaban de publicar recientemente un documento sobre reproducción asistida y otro sobre la labor teológica realizada en España en las últimas décadas. Ni el fondo ni la forma me parecen adecuados. Porque acusar, en el primero de ellos, a los partidarios de la reproducción humana asistida, la investigación con células madre embrionarias y la clonación terapéutica de formarse un juicio positivo hacia dichas técnicas no de acuerdo con los datos de la ciencia y los principios de una ética humanista, sino siguiendo los eslóganes y las informaciones interesadas de la industria productora de niños y de los laboratorios de investigación biomédica, me parece una acusación muy grave e injusta. Se pueden tener legítimamente argumentos para rechazar estas técnicas, pero sin emponzoñar las razones esgrimidas por los que no comparten nuestra visión de las cosas. Respecto al segundo documento, a pesar de que el secretario general de la Conferencia Episcopal diga que no va dirigido contra nadie, de su atenta lectura se deduce justamente lo contrario. Las fobias personales nunca fueron un camino a seguir. Debe subrayarse, por otra parte, que en la recepción de las enseñanzas de la Iglesia, más allá del asentimiento infantil a ciegas y de la crítica a la ligera, existe una tradición, no por olvidada menos importante y eclesial, de disentir dentro de la Iglesia. Este disenso no ocurre por capricho y tampoco irresponsablemente, sino que se da entre teólogos y obispos cuya preparación, competencia, discreción, amor y dedicación a la Iglesia están fuera de toda duda (el cardenal Martini, por ejemplo). Decir que son planteamientos deficientes caracterizados por el no reconocimiento de lo específicamente cristiano, en especial del valor definitivo y universal de Cristo en su Revelación, su condición de Hijo de Dios, su presencia real en la Iglesia y su vida ofrecida y prometida como configuradora de la conducta moral resulta, cuando menos, imprudente. A mi parecer, son esta clase de formulaciones episcopales las que perturban la fe de los sencillos, y no precisamente los libros de Leonardo Boff, Tony de Mello o Marciano Vidal. Toda esta situación recuerda demasiado a lo que sucedió en el siglo XIX durante la crisis antimodernista, marcada por una actitud apologética y hostil frente al nuevo modelo emergente de sociedad, y por la que el catolicismo pagó un alto precio.