Diario de León
Publicado por
CAMINO GALLEGO
León

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SON varias las veces que desde aquí, en los últimos años, he lamentado que nadie se acuerde de la vieja muralla de León, a la que parece que no se mira, a excepción de unos miles de seguidores de Genarín en la madrugada del Viernes Santo. Por lo menos entonces y en el tramo más próximo al Arco de la Cárcel, se fijan en las milenarias piedras, mientras el hermano escalador sube a dejar en ellas el queso, la naranja y el orujo en ofrenda anual al pellejero. Y así, año tras año, pues en los restantes 364 días parece que nadie vuelve a mirarla y ya se ve cómo la luce el pelo, pues en el medio siglo de mi existencia sólo en una ocasión se ha reparado, colocando precisamente esos muros que la sirven de apoyo para que no caiga, y que son los que se escalan para dejar la ofrenda a Genaro, cuando esas piedras no vieron su muerte, porque no estaban ahí cuando ocurrió y porque tampoco fue en ese preciso lugar donde falleció, sino unos cuantos metros más cerca de la curva, pero esa es otra historia. Lo cierto es que los ramajos salen de entre las piedras, amenazando su ruina. Miraba yo el domingo el Arco de la Cárcel, donde debiera estar don Pelayo y en su lugar sólo hay matorrales. Cuando el pasado día 24 se colocó allí cerca la corona de laurel en memoria de los leoneses que se alzaron contra los franceses era un buen momento para recordar que las murallas eran el cobijo de la ciudad. Desde entonces se han cobijado en ella demasiados burócratas, que esperando una reparación integral pueden actuar cuando se hayan derruido.

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