Diario de León
Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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QUE la gente tiene labia y gusta de soltarse el pelo es tan obvio como que por la boca muere el pez. Tan claro estaba eso que no ha habido cadena dispuesta a televisar la gala de la Academia de Ciencias de la Televisión. Se dice pronto: todos los académicos de la pantalla reunidos para darse y tomarse zalemas, y ni una sola cámara para llevar el acontecimiento del uno al otro confín, intercalando spots en la comunicación de tan célebre asunto. Hay algo misterioso e intrigante en ese mutis ofrecido sin haber entrado siquiera en escena, en ese alarde de comunicación dispuesto por los comunicadores y resuelto en que no se comunica nada. Es el rizar el rizo del nada por aquí, nada por allá. Algo muy adecuado a la celebración del centenario de Beckett, maestro del absurdo, padre de esas criaturas expertas en esperar sin saber a quién, qué y por qué, en escuchar tapándose los oídos, en ignorar quién las manda. Ese espectáculo de los profesionales, académicos y heraldos de la televisión, reunidos en un espectacular concierto que nadie retransmite, de modo que nadie ve, es ejemplar. Es un ejemplo del dominio sobre las propias limitaciones. Algo que los escritores ignoran y cuya carencia acreditan en cuanto se reúnen para darse y tomarse la palabra. Así, los asistentes al festival literario PEN Voces del Mundo, reunidos en Nueva York para decirse verdades como puños. Es lo que hizo Bernardo Atxaga con palabras que marcarán un punto de no retorno en la idea lingüística contemporánea, al decir que «hay que salir fuera para ver lo que significa la palabra casa». Debo haberme quedado dentro, pues ni veo la casa ni cazo lo que significa. Luego añadió que Finlandia fue el país que le reveló la importancia que tienen las lenguas en la vida diaria, noticia que todo lo aclara. Terminó diciendo que la lengua es importante para ser «soberanos de nosotros mismos». ¡Así que era eso! Cómo no caer en que la lengua esta ahí para infundirnos una soberanía sobre lo que seamos y pensemos, y llevarnos con ella a la capacidad de decir lo que se nos ocurra en cuanto se nos ponga en la cabeza. ¿En qué estaría pensando Atxaga? ¿Para qué?

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