POR LA AMURA
Un carné y una garrota
PARA SER juez hay que tener una cabeza muy grande para llenar de códigos y jurisprudencia, un culo de buen asiento, para pasar media juventud sentado a la luz de un flexo y, sobre todo, un sentido de la responsabilidad fuera de lo común para afrontar una vida en la que a diario han de tomar decisiones que pueden cambiar la vida de sus semejantes, y por tanto deben ser justas. Esta sí que es gente a admirar, y no esos mercenarios del fútbol que salen más en el Diez Minutos que en el As y el libro más largo que han leído en su vida es la carta de vinos del Asador Donostiarra . Pero en ocasiones hay decisiones judiciales que asombran, y por mucho que estén argumentadas en sesudos considerandos parecen contrarias al sentido común. Es el caso de los tres policías condenados, y condenados a ir a la cárcel nada menos, por haber detenido a dos personas que intentaron atizar, con cámaras de televisión y todo el país de testigo, al entonces ministro José Bono. Ministro o no, el intento de agresión fue evidente, pero resulta que los detenidos eran afiliados de un partido político, y con esta sentencia han pasado de ser unos energúmenos comunes a perseguidos políticos y mártires de la democracia. ¡Ja! Jamás la ira me ha llegado hasta la mano con nadie; mis calenturas, aunque habituales, siempre se han evaporado por la boca. Pero llegado el caso habrá que pensarse en la opción de la militancia para tener una patente de corso, darle un garrotazo a quien se la tenga guardada y, de paso, ser un héroe de la Patria.