Pujaltadas

EN UN ambiente de política degradada en la que han aprendido a medrar tantos mediocres (queden a salvo las honrosas excepciones porque si no apaga y vámonos) abundan los histriones que estarían mejor en otros menesteres. Y hay algunos que destacan y adquieren notoriedad. Lo más penoso no es que transiten por los pasillos y las instituciones con su aire estrafalario, sino que tengan que suscitar la adhesión ciega de sus correligionarios oficiales. Lo más grave no es la estridencia de estos facinerosos que dan la nota allá donde van y dejan tras de sí un reguero de mal gusto, sino que sus compañeros de partido, aun los más refinados, tengan que defender a capa y a espada los modales del impresentable por el mero hecho de militar en el mismo bando.