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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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HAN estado estos días por la ciudad de los micrófonos explicándonos cosas que ya intuíamos, aunque cuando tienes la confirmación de la sospecha el horror es todavía más enorme. Nos contaban el perverso funcionamiento de la llamada «prensa del corazón», que tiene muy poco de prensa, en el sentido de vehículo de comunicación ante una sociedad adulta, formada y crítica, y casi nada de corazón en la medida en que su atención se dirige preferentemente a otras zonas corporales habitualmente tapadas por pudor. Se nos dibujó apenas un boceto de lo que básicamente es una gran industria, en la que España lidera el mercado mundial, y que genera unas enormes plusvalías manipulando, mintiendo, inventando y cotilleando sobre un mar de abundancia lleno de nada, de la más absoluta y brutal nadería. El asunto es serio cuando el fenómeno desborda los cauces del consumo popular, tan viejo como el melodrama, el folletón y las novelas por entregas, y ocupa un lugar preferente en las horas de mayor audiencia de los canales televisivos, privados, públicos y mediopensionistas, adormeciendo con su opio envenenado el estado de conciencia de la ciudadanía y creando falsos modelos sociales en los que el principio de superación se basa en la combinación del uso de la bragueta y la mentira. El asunto es grave cuando esta industria es ávidamente consumida por una gran masa de la población; es decir, existe una demanda tan abundante como para seguir engrasando la maquinaria de producir basura. Quizá tengo esto algo que ver con esa «dulce decadencia» en la que dormitamos nuestro bienes