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CÉSAR A. DE LOS RÍOS
León

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HA FRACASADO el Gobierno tripartito en Cataluña. ¿Para siempre? Yo lo dudo. No creo que la relación de fuerzas que salga de las próximas elecciones sea tan distinta a la actual como para que pueda hablarse de otras fórmulas que no sea una coalición de los dos grandes partidos (CiU-PSC) o la repetición de la actual. Es muy difícil imaginar la primera de estas dos hipótesis. Por supuesto, o Mas o Maragall tendrían que renunciar a la presidencia. El partido socialista debería renunciar a sus pretensiones izquierdistas y CiU perdería su virginidad nacionalista. En la oposición, ERC seguiría creciendo peligrosamente, ya que quedaría como la única opción nacionalista realmente coherente y seguiría seduciendo a los jóvenes educados de acuerdo con el proyecto «nacional». Por otra parte, las próximas elecciones catalanas van a quedar muy condicionadas por los resultados del referéndum sobre el estatuto. Nadie duda de que va a ganar el «sí», aunque todos sospechan o temen o esperan que la victoria será muy ajustada. Si añadimos al millón de «noes» garantizado por ERC y el PP una abstención similar a la que se produjo en las últimas elecciones autonómicas (un cuarenta por ciento), el nuevo estatuto va a nacer con un apoyo muy precario. La victoria va a ser decepcionante. ¿Cómo puede darse una sociedad una norma de tanta importancia sin contar con el apoyo sin reservas de todas las formaciones políticas? ¿Qué clase de «nación» es aquella que nace con la oposición de la mitad de la ciudadanía? Si, como hemos comentado con frecuencia, el estatuto es en el fondo una Constitución disimulada, o si se quiere un proyecto de Constitución, hay que reconocer que ha nacido en precario. Es rechazada radicalmente por el PP en la medida que carece radicalmente de legitimación puesto que emana de la traición a la Constitución española, y lo es también por ERC en cuanto defrauda las aspiraciones de los nacionalistas. O sea, fracaso del estatuto y no sólo del tripartito. Este arrancó con el apoyo del noventa por ciento del Parlamento catalán, pasó la prueba del Congreso con una mayoría raspada y va a tener un resultado decepcionante en el referéndum. Y hay un tercer fracaso: el de Zapatero. Después de haber asumido la dirección del proceso hasta el punto de convertirse en el centro de las negociaciones y de ese modo impedir la ruptura del diálogo, ha terminado siendo la causa del disentimento final entre el PSC y ERC. Al apoyar a CiU ha roto las relaciones entre republicanos y socialistas. En realidad ha hecho estallar el sistema de partidos de Cataluña. Mi interpretación sobre la influencia de Zapatero en la política catalana no puede ser más negativa. Ha obligado a la «hamletiana» sociedad catalana a decidir su futuro de un modo tajante y a corto plazo. La consecuencia es este campo lleno de heridos. Como si hubiera habido una batalla.

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