La T.I.A.

COMO dijo el cocinero a la paella, vamos al grano. Aseguran que la política suele sacar lo peor de las personas, algo que se hace evidente en vista de los trasiegos directivos que se traen en la CIA tras los sucesivos fiascos protagonizados por la agencia de espías. Absolutamente incapaz de detectar la mayúscula atrocidad del 11-M, la CIA cooperó luego a regañadientes en fabricar la cadena de embustes sobre el supuesto arsenal químico, nuclear y biológico de Sadam Husein, coartada última para que la banda del Puñaíto, con Bush, Blair y el impagable Aznar a la cabeza del cartel, emprendiera la cruzada que convencería a Irak, bombazos y tiros por medio, de las virtudes inherentes al nuevo orden de valores democráticos. La mentira, bien estructurada y desarrollada, es una forma de talento, pero la realidad se hace tozuda e Irak, lejos de ser la sucursal de Jauja que nos prometieron, malvive al día de hoy sacudida por una espiral de horror y destrucción. Por las sucesivas noticias que se van filtrando a la prensa sabemos que los mandamases de la CIA conocían la absoluta indefensión militar de Sadam, mientras que el uso y disfrute del petróleo ajeno fue el factor precipitante de semejante absurdo a tumba abierta. Ahora han destituido al penúltimo director de la Agencia, Porter Gross, que en su despedida ha dejado para la posteridad una reflexión a la altura intelectual de Voltaire e incluso de Chiquito de la Calzada. Preguntado por los terroristas que aún siguen en libertad, el señor Gross respondió: «no les cogemos porque no se dejan coger». Ni la TIA de Mortadelo y Filemón podría explicarlo mejor.