CRÓNICAS BERCIANAS
Salsa roja
CUANDO David Bisbal se bajó del coche y pisó la alfombra roja, se desató la histeria. Las adolescentes apelotonadas tras las vallas metálicas estallaron en gritos, algunas madres también, y los reporteros gráficos, contagiados por la algarabía mayúscula, no esperaron a que el cantante de los bucles rubios avanzara por la explanada de acceso al pabellón del Toralín y se abalanzaron sobre el protagonista del alboroto para fotografiarle y apuntarle con sus cámaras de televisión. Luego, quien quiso retratarle con más calma en el interior del pabellón, pudo hacerlo sin histerias, ni empujones, lo que a uno le lleva a pensar que toda la parafernalia de la puerta debe formar parte del espectáculo, porque nadie se hubiera quedado sin foto del bulero. Sucedió el sábado, al comienzo de la Gala de los Micrófonos de Oro, y el tumulto que se montó servirá para situar a Ponferrada, durante toda esta semana que empieza, en la cabecera de los programas rosas y en las páginas de las revistas del corazón. El público quería ver bisbales y bertines, concursantes de «Gran Hermano» y bailarines de «Mira quién Baila» y aplaudió a rabiar a Jesús Vázquez, a David Meca, a la vez que admiraba, o envidiaba, escotes de vértigo como el que lució la ex Miss España María Jesús Ruiz, que se ganó un foto en los periódicos con su vestido estampado de busto abierto. Los protagonistas serios del acto, como Pujol y Fraga, no despertaron, como era de prever, el mismo entusiasmo. Así, bote pronto, cuesta creer que en el mismo acto donde se pudo ver a actores y modelos que han ocupado tanto espacio en los programas del corazón como Pepe Sancho o Antonia Dell Atte, a presentadores venidos a menos que no tienen reparos en reclamar un premio, como Parada, o maestros de la extravagancia como el vidente Rappel, acudieran personajes tan alejados de la frivolidad de la crónica rosa y que ya son historia viva de nuestro país como Manuel Fraga o Jordi Pujol, o empresarios de sociedades emblemáticas como los presidentes de Telefónica, de Iberia, o la familia del Grupo Pascual. Y no hay que olvidar que el año pasado, fue nada más y nada menos que Rodrigo Rato, presidente del Fondo Monetario Internacional, quien compartió cena con el famoseo de turno. Pero así son los premios Micrófonos de Oro. Una mezcla de reconocimiento institucional y regocijo rosa, que sigue el guión un magazine matinal de radio, donde junto a la información y el debate, tiene un hueco igual de grande el cotilleo. A Ponferrada le vienen muy bien. Los premios, y la Semana de la Radio que los precede, la sitúan en el mapa más que ningún otro acto. Y el impulso de todo nace de Luis del Olmo, que él sólo ha constituido el lobby de influencia más poderoso que nunca tendremos los bercianos. El reverso de la moneda está en que la programación de PonfeRadio descanse en el prestigio y en el nombre del locutor, aunque los premios los conceda la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión, y por tanto esté sujeta a la coyuntura mediática. Este año, que Del Olmo no se ha mordido la lengua criticando el sectarismo de otras cadenas, Punto Radio se ha quedado sola.