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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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HACE unos días, unas mal interpretadas declaraciones del obispo de Zamora sobre la no celebración el próximo año de la exposición de la Edades del Hombre en Ponferrada desataron en la comarca del Bierzo una conmoción, provocando noticias de primera página, opiniones controvertidas y un temor generalizado de políticos y comerciantes de la ciudad de que tal posibilidad pudiera ser cierta. No lo era y, como estaba previsto, se celebrará sin duda alguna en nuestra ciudad en el 2007; pero tal conmoción puso de manifiesto el indudable interés no religioso o cultural del evento, que para muchos puede carecer de él aunque lo tiene y mucho, sino el valor económico que tal exposición pude reportar a Ponferrada y a la propia comarca la llegada de varios cientos de miles de visitantes, como así ha ocurrido con todas las anteriores exposicion es celebradas desde 1988 en diferentes ciudades de Castilla y León, visitadas por millones de personas. El patrimonio religioso es un bien que puede rentabilizarse económicamente y que, como vemos por ejemplo en el Camino de Santiago, constituye uno de los alicientes para que miles de peregrinos y turistas nos visiten cada año; en muchos casos se trata del único atractivo de muchos pueblos, que de otro modo languidecerían irremisiblemente. Pero dicho patrimonio requiere un costoso mantenimiento que, por otra parte, es una fuente de riqueza para restauradores, constructores, pintores y otros muchos profesionales del ramo. Las administraciones públicas lo saben y por ello colaboran, a veces de forma reticente, a su conservación; pero en general dicho patrimonio, que es de la Iglesia, ha de ser restaurado, protegido y conservado con los escasos fondos de ésta y de los feligreses. En algunos casos conocemos cómo se han tenido que vender casas parroquiales y destinar ese dinero al arreglo de los templos. Ciertamente se ha hecho una labor encomiable en estos últimos años y todos debemos felicitarnos de que así sea. La Iglesia tiene un valor patrimonial enorme pero ese patrimonio es de todos y a todos nos compete su protección y conservación, pues lo utilizamos no sólo para celebraciones religiosas sino, a veces, para funciones civiles. El obispado de Astorga se extiende por el territorio de tres provincias: León, Zamora y Orense e integra en sus diferentes arciprestazgos a muchos cientos de pueblos, en los que probablemente hay más de mil templos y ermitas. No todos esas iglesias con sus retablos e imágenes tienen el mismo valor pero sí lo tiene para sus pueblos, pero no siempre éstos, especialmente en zonas pobres y despobladas de montaña, tienen recursos para mantenerlos. El esfuerzo de la diócesis es enorme y las ayudas de la administración no siempre llegan o no son suficientes. Dejar que ese patrimonio se desmorone es algo que no deberíamos permitir. Como el patrimonio monástico y conventual que echamos en falta por la iconoclastia desamortizadora, algún día nos arrepentiremos de no hacer hecho nada por salvarlo. Estamos aún a tiempo. La Iglesia cumple otros muchos servicios sociales con enfermos, ancianos y necesitados a través de sus muchas organizaciones: Cáritas, Manos Unidas, Proyecto Hombre y un largo ecétera; seguro que los católicos, que conocen lo que significan esos servicios, ayudan con sus limosnas a que la Iglesia pueda realizarlos. Pero no sólo los católicos, todos los ciudadanos deberíamos colaborar al mantenimiento de nuestro patrimonio arquitectónico y artístico, no sólo por un interés historicista o estético sino porque es rentable para la economía de nuestra provincia, cuyo atractivo patrimonial es un poderoso aliciente para el turismo. Es muy fácil hacerlo y además sin coste personal alguno. Sólo hay que marcar con una x en la declaración de la renta donde dice Iglesia Católica. Ni siquiera es incompatible con añadir una segunda x en la otra casilla de ayuda a las Ongs. Haciéndolo así colaboramos en la protección de lo que es nuestro.