Una rotonda en Carbajal
Me gus taría contestar la carta publicada el jueves cuatro de mayo, firmada por Antonio acerca del tema de la prostitución. Soy consciente de que todos los hombres solicitan de vez en cuando los servicios de una prostituta. Una legislación al respecto podría frenar el desarrollo de mafias. Ahora bien, me gustaría preguntar a este señor si le gustaría que su madre, hija o hermana trabajase como prostituta. Evidentemente no, ya que éste nunca será un oficio digno, tal y como se atrevió a insinuar, comparable al de una peluquera, abogada, periodista, etcétera. En segundo lugar, sostiene que las prostitutas prestan un servicio puesto que los hombres tienen ciertas necesidades que requieren ser satisfechas. Partimos del hecho de que nosotras esas necesidades no las tenemos, o en caso de tenerlas, por lo visto podemos aguantarnos realizando trabajos manuales. Sólo podemos abrirnos de piernas a vuestra disposición. ¿Se imagina usted si la situación fuera justamente a la inversa? La prostitución es sinónimo de machismo y por mucha regulación que se establezca al respecto, constituye una forma de explotación ejercida por cavernícolas como usted en la que la peor parte, como siempre, es para nosotras. Si tuviera que trabajar como prostituta, tendría que meterme algo para el cuerpo y de esta forma no darme cuenta de lo que estoy haciendo. Helena (correo electrónico). En los últimos tiempos observo que una parte de la sociedad liderada por cierto partido político hace gala de su flamante progresismo. Se han aprobado leyes que atentan contra la persona y su dignidad: divorcio exprés, matrimonios entre homosexuales, manipulación de embriones, clonación, proyecto gran simio, Ley Orgánica de Educación (LOE), etcétera. Pero, ¿se han parado a pensar hacia dónde nos conducen? Una sociedad así construida se pueden derrumbar si antes no son capaces de clarificar sus valores, y menos aún si siguen actuando impulsivamente y en incoherencia con ellos. En contraposición es atacado, por esta gente del «todo vale», el que pretende mantener y transmitir la idea de unos firmes valores compartidos, base fundamental para otorgar una identidad e integridad a la sociedad que se pretende construir. ¿Acaso la fidelidad a unos principios básicos sobre la dimensión humana y espiritual del hombre no es el camino más sólido para «progresar»? Podemos o no estar de acuerdo con esos valores, pero al menos todo el mundo tiene bien clara la idea que defienden. ¿No creen que vale la pena conservarlos? ¿No es ahí donde se encuentra el verdadero progresismo? Jesús Domingo Martínez (Gerona). César Álvarez (León).