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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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EL COMITÉ ejecutivo del PP respetó el lunes la festividad de San Isidro, patrono de Madrid, y aplazó al martes su reunión semanal, en la que el líder Rajoy debió pulir sus exigencias al Gobierno, que se vio conminado a no permanecer «mudo e impasible» ante ETA, en referencia a la entrevista concedida por dos encapuchados al diario Gara , y a poner a la banda «en su sitio». Si por la mañana se mostró Rajoy apremiante con Rodríguez Zapatero, por la tarde defendió en el Congreso de los Diputados la iniciativa popular encaminada a la celebración de un referéndum nacional sobre, o más bien contra el Estatut de Cataluña, dicho sea lo de contra para no andarnos con un exceso de remilgos. Y ya por la mañana anunciaron los grupos nacionalistas que iban a dedicar a esa iniciativa del PP el menosprecio de no replicarla mediante sus líderes parlamentarios, sino sacando a la tribuna a respetabilísimos oradores de menor prestigio. De acuerdo al guión de la mañana, ni el independentista/republicano Puigcercós ni el nacionalista vasco Erkoreka, ni el segundo hombre de CiU, Duran Lleida, iban a decir a Rajoy que su idea del referéndum sobre o contra un estatuto autonómico hace agua por todas partes, incluido el «dique constitucional»; a esa tarea se dedicarían los portavoces correturnos. El Grupo Socialista, sin embargo, anunció que sería su líder parlamentario, López Garrido, quien diera la réplica a Rajoy como una muestra de respeto legislativo al adversario, lo que el PP tal vez debiera apreciar tras su algarada contra el ministro Alonso y el presidente de la Cámara la semana anterior. Y volvía el PP a degustar su soledad en el Congreso, sin un solo voto de nadie que no fuera popular acompañando su aislamiento. Bien es verdad que en esta ocasión a Rajoy le acompañaban cuatro millones de firmas, a las que el PP ha convertido en argumento si no jurídico, moral al menos, como si pudiera oírse el clamor de cada firmando defendiendo su derecho a opinar y decidir sobre un estatuto que, según el recetario 'popular', reforma por la puerta falsa la Constitución, alienta la desmembración de España y debería ser aparcado hasta que unas elecciones adelantadas, previo retraso del referéndum catalán, dieran la palabra a los catalanes y éstos eligieran un Gobierno que decidiera qué hacer con el estatut. No es extraño que los grupos parlamentarios nacionalistas dedicasen ayer a esta iniciativa del PP un delicado menosprecio, reservando a sus titulares y mandando a la tribuna del Congreso a los suplentes. Pero lo que trasciende de estas anécdotas políticas, y más allá de la soledad en la que los populares parecen sentirse a gusto, es el por qué y el para qué de una estrategia que consigue reunir cuatro millones de firmas sabiendo de antemano que no hay forma de hacerlas políticamente operativas.

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