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PANORAMA

Cuando las políticas se tornan juegos

Publicado por
XOSÉ LUIS BARREIRO
León

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ANDÁBAMOS por la Transición, hace ahora treinta años, cuando el Gobierno español declaró la guerra al tráfico y consumo de estupefacientes. Desde entonces no ha habido un solo día en el que los periódicos no hayan hablado de clanes, patrimonios ilegales, planeadoras, capos y vecinos que se enriquecen «con la harina», brillantes operaciones de la Guardia Civil o del SVA, impactantes macrojuicios,... Y ¿cuál es el resultado? Que en España se consume más cocaína que nunca, que los mercados están abiertos y perfectamente abastecidos en pueblos y ciudades, que la edad de inicio al consumo ha bajado de forma alarmante, que las pastillas de diseño se venden como los chicles, que somos la puerta europea de los estupefaciente y que, desde el punto de vista sociológico, la droga se ha asentado entre nosotros con una normalidad aterradora. O sea ¡un fracaso absoluto! Hace muchos años que algunos expertos criminalistas, como Pedrol Rius, vaticinaron esta dramática encrucijada, después de analizar la esencial contradicción de un modelo de lucha que, a medida que aumenta los éxitos policiales, multiplica de forma exponencial los valores añadidos de la mercancía y los alicientes que movilizan a los criminales organizados. Por eso no hay lugar para más sorpresas que las que producen la insistencia en líneas policiales y políticas de prevención completamente inútiles, y el que a nadie se le ocurra abrir una vía distinta. Las políticas públicas tienen que estar sujetas a evaluación, y, cuando ya es evidente que no funcionan, deben ser radicalmente alteradas en sus instrumentos y, si preciso fuere, en sus propios fines. Lo que ahora practicamos ya no es, en términos estrictos, una política de lucha contra los estupefacientes, sino un juego de inercias que, además de tranquilizar nuestras conciencias, le da a los mafiosos impresionantes oportunidades de negocio. Líbreme Dios de creer en piedras filosofales, o en que puedo resolver en pocas líneas lo que otros no han resuelto en años de trabajo. Pero no por eso dejaré de insistir en que de nada valen las batallas que estamos librando contra la droga y las mafias si todas se saldan con pírricas victorias.

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