Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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EMPIEZA a tensarse, sin haberse iniciado aún, la campaña del referéndum estatutario en Cataluña. De momento, Josep Piqué ha cerrado toda vía de comunicación con el PSC, al que además le ha retirado el saludo. Y es que los socialistas catalanes pretenden remar en las aguas «anti estatut» del PP, aunque en sentido contrario, es decir, argumentando que el «no» equivaldría a dar la razón a los «populares», lo que en Cataluña no parece tener muchos partidarios. Pero el eslogan socialista va incluso más allá: «El PP usará tu 'no' contra Cataluña». Por una vez, Acebes empleó ayer un adjetivo mesurado al calificar ese eslogan de «asqueroso». Del referéndum catalán depende el destino de varios políticos, excepto el de Maragall, cuya suerte lleva desde hace un par de meses echada, y bien echada. Sólo falta ponerle fecha a su mutis para que entre en escena como su sucesor el ministro Montilla, el hombre que atrae todas las complacencias socialistas, tanto las del PSC, del que es secretario general, como del PSOE, donde Zapatero lleva toda la legislatura bendiciéndole. Pero quien más destino se juega es el propio Zapatero, responsable de la reforma territorial del Estado que se inicia con el estatut catalán. Sabe el presidente del Gobierno que una de las lecturas del referéndum va a ser plebiscitaria, pues una participación razonable no inferior al 60% del censo electoral y un número de síes suficientemente voluminoso, superior al 70%, se interpretarían como un fuerte apoyo a la política de Rodríguez Zapatero, mientras que una abstención que alcanzase o superase el alto nivel que ahora se teme y una cifra de noes cercana aunque inferior a los síes supondrían un llamativo fracaso para, en primer lugar, Rodríguez Zapatero e, inmediatamente después, Artur Mas, el líder «convergente», y el mismo PSC, responsable subsidiario de los errores de Maragall, al que su propio partido no ha conseguido atarle corto en los tres últimos años. Parece lógico que Rodríguez Zapatero quiera volcarse desde el primer momento en la campaña. Durante su reciente visita a Madrid, Maragall se ha mostrado en los tres actos a los que asistió como un político al que han ido amortizando desde hace seis meses diferentes circunstancias, sin ser la menos importante la del despego afectivo del PSC y el hartazgo de Rodríguez Zapatero por los incesantes problemas que le creaba el gobierno tripartito. Maragall se irá con la pesadumbre de aquel acuerdo en La Moncloa entre ZP y Mas que pulió las aristas inconstitucionales del proyecto estatutario. En esa reunión, de siete horas de duración, renació en Mas un nuevo líder de la entonces acéfala CiU y perdió Maragall el poco brillo que a su imagen de president le quedaba.

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