CRÓNICAS BERCIANAS
Coge el dinero y corre
UNO AÚN recuerda en primera persona esos años de estudiante en los que el duro esfuerzo que suponía sacar adelante las asignaturas tenía su recompensa en el verano y en ciertas actividades extraescolares localizadas, como no podía ser de otra manera, cuando se completaba un ciclo. Esas iniciativas aún hoy son motivo de recuerdo entre los amigos que van quedando de ese periodo de nuestras vidas en los que lo más preocupante era esos números y ecuaciones que a veces no salían, un idioma (francés, inglés, qué más daba) en el que la pronunciación era lo de menos o aquellas materias que aburrían hasta a quien las impartía -Dios nos perdone alguna que otra cabezadita o ciertas ausencias tenuemente justificadas-. Hablamos, claro está, de los viajes fin de curso (en la antigua EGB, del Instituto o cuando la carrera para la que habías puesto tanta ilusión durante buena parte de tu adolescencia y juventud la habías completado). Esos viajes eran lo más espectacular, alegre y siempre ilusionante que unos estudiantes podíamos esperar y que nos habían costado dios sabe cuantas rifas vendidas, fiestas y, no cabe duda, la ayuda de nuestros progenitores. Pues bien, hace una semana uno, que parece que no la visto todo pero que, no sé si por suerte o desgracia no es así, se levantaba con la noticia de que un padre, a la sazón tesorero del APA -hoy en día se llama Ampa, pero uno sigue fiel a las viejas siglas, porque, no vamos a negarlo, las siglas son lo de menos-, se había fugado con el dinero recaudado por los alumnos del IES Europa para irse de viaje de fin de curso a Italia, la patria de un Al Capone que a buen seguro no hubiera llegado a tal mezquindad. Por algo más de 21.000 euros este desalmado, si así puede llamársele a una persona que se aprovecha de la ilusión de unos adolescentes para apropiarse de lo que le es ajeno, llevó la intranquilidad a un centro que durante varios días fue la comidilla de todos. Por suerte, la andadura de este presunto amigo de lo ajeno llegó a su fin a mediados de semana cuando la Policía Municipal daba con él, que como si no fuera la cosa, circulaba a bordo de un vehículo alquilado por pleno centro de Ponferrada. Pero del dinero ya se había volatilizado. Sólo 200 euros pudieron ser «rescatados» de un botín de más de tres millones y medio de las antiguas pesetas -las llamo antiguas pero no sé por qué porque pesetas sólo hubo unas y lo de antiguas parece demasiado castigo para una moneda que fue nuestra seña de identidad durante mucho tiempo-. El resto, para desgracia de los alumnos, parece que ha pasado a mejor vida de quien se lo ha gastado, que no de ellos. Por suerte, el centro se ha volcado con los estudiantes adelantándoles el dinero necesario para que el viaje se realice. Porque la ilusión de decenas de alumnos no puede esfumarse por más que un señor se empeñe en llenar sus bolsillos de un dinero al que tenía acceso como tesorero de la asociación pero que ni por asomo le pertenecía. Eso le califica a la perfección y deja traslucir lo apetitoso que es un billete en manos de personas sin escrúpulos, aunque también en la del resto que, no lo olvidemos, necesitamos de él para cualquier cosa que se precie en la vida. Eso sí, siempre que se gane de forma limpia.