EN EL FILO
Líricas
ALGUIEN dijo que corrían malos tiempos para la lírica. Puede que tuviera razón, una razón dudosa. Los tiempos de España suelen ser malos, e incluso letales para la épica, pero excelentes para la lírica. El Cid y Dionisio Ridruejo, por ejemplo, salieron mucho peor librados de sus épicas que de sus líricas, y lo mismo les pasó al general Torrijos y al general Tagüeña, al coronel Casado y a Antonio Machado. Aquí es la epopeya la que te cruje y sepulta mientras la lírica te engalana. Aquí uno patea una piedra y salen mil poetas y otros tantos bocazas, es decir todo el elenco de la vertiente a dos aguas que es la lírica en sí. El mismo estruendo de esa patada lleva a que la gente valerosa -esa que la épica busca a ciegas casi siempre- se cubra con la colcha el colodrillo. Es una cuestión de supervivencia y una gimnasia obligada para buscarse la vida. Hay empleos muy atentos a las condiciones y circunstancias en que debe uno ponerse a buscarse la vida. Ciertas maneras de ganarse los cuartos cara al público, por ejemplo, son muy sensibles a determinados tipos de alarma respecto a la temperatura del taburete o la poltrona sobre los que se crecen los encartados. Me refiero a gente como Boris Izaguirre o Carmen Calvo. El primero conocido por lo suyo, y la segunda por el ministerio que financia sus palabras y soporta lo que dice. Ambos han de estar algo malitos para soltarse tanto el pelo cuando deberían cultivar un poco más la discreción pautada y el silencio selecto, si el silencio formara parte junto con la discreción de unas personalidades como las de Izaguirre y Calvo, más bien arrolladoras y tumultuosas, más bien líricas en plan supervivencia. Muy fondón y perdido en los inextricables pasillos de La Cuatro ha de sentirse Izaguirre para buscar en la sandez política el motivo de que Hugo Chávez le otorgue algo en representación de la lírica bolivariana, o del contorsionismo que le impulsa a poner la inquietud de sus posaderas por encima de su caída de ojos. En cuanto a la Calvo, puesta a informar sobre la salud de la lírica, lo único que cabe preguntarse es a quién demonios le quiere quitar el puesto o por dónde quiere entrar en La Cuatro.