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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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EL CIRCUNSTANCIADO apoyo de Rajoy a Zapatero en el inminente diálogo del Gobierno con ETA se vio ayer en peligro. Unas declaraciones del líder del socialismo vasco, Patxi López, anunciando que su partido iba a mantener un diálogo formal con todas las fuerzas políticas de Euskadi, incluida Batasuna, ha inflamado tantos ánimos políticos que el jefe del Ejecutivo se ha visto obligado a actuar de bombero, asegurando que todo se ha debido a interpretaciones «insólitas». Sostiene el presidente del Gobierno que en este largo, duro y difícil camino hacia la paz no deben juzgarse las palabras, sino los hechos. Y el único hecho nuevo sería el encuentro, sin fecha de celebración aún, de Patxi López con representantes de la izquierda aberzale, a los que va a instar a que acepten las reglas de juego, a que respeten la legalidad y a que rechacen las violencia. «Y si eso representa una aportación, pues será una tarea positiva», resumió Zapatero. Parecían muy soliviantados los dirigentes del PP por esa reunión aún no consumada de vascos socialistas con izquierdistas ilegales (no como ciudadanos sino como miembros de una organización ilegalizada), y Rajoy se asomó ayer a la Cadena Cope para decir que en su primera entrevista con Zapatero tras el alto el fuego de ETA había marcado a su apoyo al presidente unas líneas rojas, y que el diálogo formal del vasco López con Batasuna traspasaría esas líneas. Aunque Rajoy había advertido seriamente que retiraría su apoyo a Zapatero si López dialogaba con Batasuna, ayer vino a decir en la radio episcopal que él seguiría en la misma posición porque retirar el apoyo al presidente sería de «cantamañanas». Ese epíteto era el que la emisora le había dedicado por su intervención en el debate sobre el estado de la nación, por lo que se lo devolvía ayer elegantemente a quien lo había proferido. La tormenta puede desvanecerse, pero lo que persiste como un jeroglífico indescifrable, por ahora, es la contradicción en la que parece haber incurrido el presidente al haber dicho y reiterado en el Congreso, y reiterándolo ayer ante la prensa, que «primero, la paz; después, la política». Pero en respuesta al nacionalista vasco Josu Erkoreka en el debate parlamentario, había dicho que la tarea de ver la paz, de alcanzar el fin de la violencia, va a ser tan larga que «no va a impedir que el diálogo político empiece...». Bien es cierto, y ayer lo subrayaba el presidente, que todavía no se ha iniciado el diálogo con ETA, por lo que no se ha superado el momento de los pronósticos, de las suposiciones de futuro, lo cual es obvio. Pero igualmente obvio parece que insistir en que primero, la paz, y luego la política no armoniza con que el diálogo político se inicie mientras una organización terrorista, aunque esté halando de su disolución en otro escenario, sigue armada hasta los dientes.