Diario de León

BURRO AMENAZADO

Espiguilla de las Ardenas

Publicado por
PANCHO PURROY
León

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UN NATURALISTA descubrió en 1821 una planta, la espiguilla de las Ardenas ( bromus bromoideus ), rara habitante de los prados de la provincia de Lieja. A finales del XIX, a medida que el praderío pasaba a cultivos, esta gramínea se fue haciendo muy escasa y, en el año 1985, se la dio por extinguida. El año pasado, Dave Aplin, del Jardín Botánico Nacional de Bélgica, se puso en relación con Ensconet, grupo que actúa a favor de las plantas más amenazadas, con cuatro actividades concretas: recogida de semillas, preparación de las mismas, conocimiento de los problemas y diseminación de plantitas. Indagaron si realmente quedaba alguna espiguilla con semillas en los viejos herbarios y descubrieron unas pocas en una colección particular de Flandes, arrinconada en un desván. Las llevaron al banco de semillas del Milenio de Kew, institución inglesa que ha logrado conservar semillas muchos años tras reducir su contenido de humedad y guardarlas a veinte grados bajo cero. Han logrado el reto de avivar las últimas simientes de la espiguilla de Ardenas y hoy, felizmente, tenemos un lote de plantas que empiezan a colonizar los prados naturales de Bélgica. En España, varios jardines botánicos y universidades trabajan con Ensconet para conservar semillas de especies ibéricas y canarias amenazadas. En este caso tenemos a la rarísima artemisia cantábrica, planta perenne de un palmo de porte que solo vive en dos localidades de la Montaña Cantábrica, en los pastizales calizos subalpinos de Peña Ubiña y Fuentes Carrionas, a más de dos mil metros de altitud. Cada región tiene su especie a punto de colapso, como la cebolla gorda ( allium grosii ) que medra en grietas calizas de un par de calas de Ibiza agobiadas por bañistas, o la hierba centaurea de Somiedo, de flor rosa y propia de taludes musgosos rezumantes. Aunque se trata de una planta cultivada, la salvación en el secano de Campos y Los Oteros de la lenteja pardina es un hecho excelente, gracias a gente como Javier Ponga, genético leonés.

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