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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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Y SI LOS DEMÁS andan con la cosa de la definición -que si «realidad nacional», que si «nacionalidad real», que si nación «ma non tropo»- nosotros damos un paso adelante, como aquel del chiste, detenido al borde del abismo, y negamos la mayor; es decir, la propia comunidad: en algo tenía que destacar esta «región de regiones», soleada y desértica, con un mapa vaciado a conciencia en los últimos cien años y un futuro más bien tirando a triste. Ahora se monta un escandalillo por las opiniones de algunos importantes alcaldes, curiosamente del mismo partido que gobierna esta tierra casi desde el principio de los tiempos (y que, no me cabe la menor duda, gobernará hasta su final), cuestionando Villalar como fiesta de la comunidad y proponiendo como alternativa la de no sé que rey, que además era santo, lo cual ya tiene mérito. No hace mucho circulaba una encuesta sobre el sentimiento regional de los habitantes de Castilla y León, a los que por ahorro nadie llama «castellanosyleoneses» porque te quedas sin aliento. Aunque no tengo delante los datos, la conclusión de la muestra era evidente: aquí cada uno básicamente se considera de su terruño provincial, seguro que con excepciones periféricas, y por encima de todo español, lo cual en estos tiempos no debe estar muy bien visto. Pero lo que es sentimiento de pertenencia a una comunidad no se otea ni por toda la paramera castellana ni por cualquiera de los valles leoneses, por mucho estatuto de autonomía, mucha parafernalia simbólico/política y mucha fiesta que le pongamos al asunto. Quizá fuera el momento de pensar en disolver la comunidad y empezar de nuevo con capital en Madrid, pero en materia de definición, como diría mi amigo Courel, «había que hacer algo».