Diario de León

DESDE LA CORTE

Una epidemia dentro de casa

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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CADA POCO TIEMPO, la misma noticia escandalosa: la detención de una nueva red de pornografía infantil. Y cada vez parecen más los detenidos. Ayer han sido 67, en una operación de dimensión supranacional: diez en varias comunidades autónomas españolas, y el resto en Francia, Bélgica, Holanda y Eslovaquia. Hoy que es noticia, me detengo en este suceso, para que -al menos por parte de este cronista- no quede silenciado entre el aparato eléctrico de las tormentas políticas de este país. Como sugiere la repetición de estas informaciones, estamos ante una epidemia. Hay que matizar que no es nueva. Desde que se inventó la cámara fotográfica, hubo tráfico de pornografía, de mayores o de niños. La Convención de las Naciones Unidas sobre Derechos del Niño consideró este delito como una violación de los derechos del menor. Y hace más de treinta años se produjo la auténtica explosión del fenómeno, que obligó a serias reformas legales en la mayoría de los países: estábamos ante una nueva forma de delincuencia y ante el nacimiento de una nueva conciencia social. El hecho nuevo de estos tiempos es que vivimos en plena globalización, y las redes de delincuencia también son universales. La situación de hambre de medio mundo ofrece unos productos de mercado (los propios niños) a precios que mucha gente está dispuesta a pagar. La tecnología ofrece soportes para ello y, además, con dimensión de comercio mundial, sin limitación de fronteras. Internet, esa vía de libertad, se ha convertido también en la ruta por la que circulan mentiras, incitaciones al delito y comercios de todo tipo, incluido el sexual. Y sus contenidos entran con toda facilidad en el ordenador de las personas que los buscan, pero también en las habitaciones de nuestros hijos. Las sociedades de hoy se enfrentan a todo eso. Reclaman leyes y controles. Exigen eficacia de los servicios de vigilancia. Pero Internet es un reino sin responsables. No hay a quién exigir responsabilidades. Con lo cual, estamos abocados a una lucha larga e intensa contra un enemigo visible, pero sin rostro. Ese enemigo atrae a personas que han alcanzado niveles de libertad sexual y de promiscuidad nunca vistos; pero eso no les impide el instinto de lo morboso y lo prohibido y les hace buscar la atracción de las experiencias más condenadas por las costumbres sociales, por la práctica normal y por los más elementales principios morales. Siendo todo esto así, todavía se puede empeorar. En Holanda nació la enloquecida iniciativa de crear el partido político de los pederastas. Y a quien lanza esa idea, ni lo meten en la cárcel ni lo encierran en un manicomio. Habrá gente que crea que los pederastas son benefactores de la humanidad.

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