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Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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PUEDE que en alguna de las cumbres de su vigilia, o en alguno de los abismos de su dormición, Zapatero acceda a la idea de que la política, en un cierto y bastante fuerte sentido, es o consiste en lo que se percibe. Y que lo que no se percibe a lo mejor no existe en un discurso de las cosas donde la percepción no sólo puede dar lugar a la realidad, sino también a sus sospechas. La declaración de Patxi López asegurando la decisión de hablar con Batasuna por parte de los socialistas vascos, llevada a los altares por el presidente Zapatero cuando parecía que no iba a hablar de lo que ya estaba hablando, puede ser percibida por un numerosísimo grupo de personas como algo sumamente parecido, por no decir igual, a aquel viaje de Carod-Rovira cuando pareció que no iba a ninguna parte salvo a darse de bruces con ETA. Aquello fue un modo morrocotudo de llamarse andana que a Carod-Rovira le salió, por un lado, gratis, y por otro, le otorgó la plenitud de un espacio político en el que desempeñó varios papeles hasta llegar a desempeñarlos todos y ninguno, que es cosa que a los políticos españoles les gusta hacer, siquiera por una vez en su vida. No parece que haya mucho respeto a la Ley en ese ansia de hablar con alguien que está fuera de la ley. Y si parece que Patxi López y el Partido Socialista de Euskadi tienen poco respeto a la ley, mal van a conseguir que el resto de la ciudadanía, perciba legalidad donde no la hay, o hay poca y ni siquiera la justa para hacer un paripé. Aunque estoy seguro de que Blanco tiene por donde explicarlo todo, a su estilo terso y claro, o al estilo de Maragall, tan brillante al achacar el aumento de los delitos en Cataluña a la psicología de la Guardia Civil en retirada: «Cuando uno sabe que debe marchar y que no se quedará en un territorio, ya ha comenzado a marchar, y los que vienen, que saben que estarán por poco tiempo, tampoco acaban de llegar porque saben que el futuro no está para ellos en aquel territorio». Una vez puesto Maragall en la dimensión y facundia del guiñol o teleñeco, Zapatero se apresuró a aclarar el sentido de lo dicho por aquel: «Hay que ir a los hechos, que es lo que cuenta, y no estar cada día detrás de las palabras».