Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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LA UNIÓN Europea está estancada y las dos corrientes de pensamiento político que se enfrentan en su seno se encargan de que siga así. Por un parte, están los contrarios a la Constitución europea (esa que, paradójicamente, fue impulsada y derrotada por Francia, nuestra particular Penélope, que teje y desteje sin saber qué Ulises-Europa espera). Por otro lado, están los partidarios de recuperar la Constitución, «resucitarla» -dijo el martes Angela Merkel- y sacarla adelante (y entre los partidarios de esta opción otra vez aparecen los grandes líderes franceses, que parecen levitar desconectados de sus bases, las mismas que votaron no a la Constitución). El primer grupo, el de los partidarios de enterrar de una vez por todas una Constitución «que nació muerta», lo encabeza el Reino Unido, que no ve la necesidad de embarcarse en un proceso de tal calado cuando la UE ya tiene una constitución formada por todos los tratados que la han hecho posible, desde 1950 hasta hoy. No creen prioritario elaborar un texto distinto (si acaso, sumar los que hay). En cambio sí estiman preferente adoptar una «visión realista» que permita crear más puestos de trabajo, más inversiones y mejor seguridad pública. Por este camino, dicen, se sale del estancamiento y de la vana retórica, para entrar en el espacio de la esperanza. Enfrente están los defensores de una Constitución europea que ya ha sido ratificada por 15 Estados miembros (después de ser sancionada por más de dos tercios del Parlamento comunitario) y que supone -sostienen- la única forma de integración capaz de convertir a la UE en una unión política con verdadero peso en un mundo multipolar. El ex presidente francés Valery Giscard d'Estaing (padre de la criatura constitucional) recorre las capitales europeas repitiendo que sin esa Constitución no existirá una Europa fuerte y unida, respetada en el mundo. En una sola cosa están todos de acuerdo: en que la UE avanza hoy sin timonel y sin rumbo. Y saben que la solución es más Europa y menos nacionalismo miedoso, miope y enclaustrador. Es algo que reconocen todos... mientras observan cómo el Titanic avanza hacia el iceberg.

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