Un sumidero llamado Estatuto

RECURRO al diccionario de la RAE para ver si figura la palabra vergüenza, no fuera a ser que la hayan quitado y yo sin enterarme. ¡Ahí está! Algo es algo. Por lo menos me da la oportunidad de pensar en la (remota) posibilidad de montar una plataforma o algo así que en lugar de más autonomía y más independencia, pida más vergüenza. Cualquier país de nuestro entorno, medianamente culto, sabe que las palabras no son inocentes, que dicen lo que quieren decir sin medir las consecuencias, que medirlas corresponde al que las pronuncia. En la antigüedad la palabra tenía un valor sagrado y por ello sólo se concedía a aquél que pudiera hacer buen uso de ella. Miren si es importante. Escribo a una semana vista del referéndum estatutario en Cataluña (ya saben, esa cosa que ha de romper España pero sin romperla como es debido; la misma cosa que no rompe nada, antes bien, da equilibrio y aporta serenidad. No se preocupen si no lo entienden, nadie lo entiende salvo ellos, los elegidos). Un referéndum que no es tal, sino unas elecciones primarias donde cada partido se vende como el mejor. Donde un día el señor Mas, de CiU, dice que ¡qué bien! si se vuelve a presentar Maragall porque se lo comerá de un bocado. Y al día siguiente, que le encantará que se presente Montilla. Donde Maragall insinúa hoy que no volverá a ser candidato y luego que no es bueno que un candidato no sea catalán de raíz (patada a Montilla). Un referéndum para el que cada día nacen plataformas: economistas por el sí, por el no, empresarios por el sí y por el no y así en muchos oficios. Las encuestas que dicen que si hoy hubiera elecciones las ganaría CiU de corrido y que la abstención el próximo domingo será una realidad más alargada que su sombra, que ya se encargarán de matarla de raíz (digo yo). Rajoy hecho un lío porque el dichoso Estatuto ahora ya no rompe España sino que rompe Cataluña, y los empresarios venga a echarle en cara su postura de la que se consideran damnificados. Y como es poco el lío para Rajoy, viene Esperanza Aguirre a echarle una mano diciendo que en Cataluña se trata al PP como a los judíos en la Alemania nazi, sin que ninguna de las multiplicadas fuerzas de seguridad del Estado, de la autonomía o de lo que sea la detengan. Como tampoco detuvieron a Acebes cuando dijo que ETA y ZP eran lo mismo. Quien sea el siguiente que tenga que renovar estatuto, por favor, que rescate la palabra vergüenza y la use. Seré la primera en agradecérselo. * Rectificación . El artículo que firmaba ayer Pedro Arias en esta misma sección estaba titulado erróneamente «¿A qué apuesta Rajoy?» cuando su título era, en realidad, «Los ciudadanos y las víctimas».